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Carta a Silvia Intxaurrondo: La estupidez gnóstica y la demolición de la sociedad se paga bien

Redacción




Enrique de Diego.

No tenía el gusto de conocer a Silvia Intxaurrodo, porque no veo televisión, ni la escoria que me toca pagar a mi pesar de la TVE1, ni conocía sus delirantes opiniones de estupidez supina gnóstica, esa delirante secta, con la hay que acabar, que se cree que posee una verdad arcana, que a los demás se nos escapa porque emitimos nuestros juicios sobre la realidad, tal como la vemos, pero resulta que los sentidos nos engañan. Y no nos engañan los sentidos, los que nos mienten, y quiere engañarnos son ellos. Pero ya no cuela.

Demoler una sociedad está muy bien pagado: 547.514 euros por 2 años de esta sarta de estupideces peligrosas y suicidas. No puedo salir de mi asombro oyendo a esta petarda hablar de que los menas vienen «a aportar su talento para hacer brillar a nuestra sociedad», y que «van a ser una fuerza de trabajo, un motor de nuestra sociedad».

 

 

Decía Ernst Renan en su conferencia en La Sorbonne en 1883 «L´Islam et la Sciencie», para explicar la falta de «talento» y el atraso de las sociedades islámicas, que el islam «es la cadena más pesada que la humanidad haya cargado jamás». Renan antes era de una las referencias de la izquierda, ahora no lo conoce nadie. De todos los Premios Nobel, sólo 2 han sido concedidos a musulmanes, no praticantes, y formados y desarrollando su labor en universidades norteamericanas.

Ahora vamos con los «menas», esos que van «a aportar su talento para hacer brillar a nuestra sociedad», sin niguna formación, excedentes de población de sus países musulmanes de origen, que se dedican a sembrar el miedo y el terror en donde hay un centro de menas. Recientemente, se daba la noticia de que una trabajadora social en un centro de menas de Andalucía se cayó por el hueco de la escalera y se mató; un joven en Málaga que fue acuchillado cuando se negó a entregar la cajetilla que le exigían unos menas. Nadie quiere un centro de menas en su barrio, pues dispara la inseguridad.

Esa es la realidad que vemos los ciudadanos y no la sarta de memeces bien pagadas que evacúa Silvia Intxaurrodo de los motores, fuerza de trabajo y el brillo. Esto es una dictadura intelectual gnóstica ante la que ha llegado el momento de rebelarse con todas las consecuencias.