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Samo Djokovic: Nole-odies al héroe

Redacción




Javier de la Calle.

El escudo de Serbia presenta cuatro eses en referencia al lema «Samo Sloga Srbina Spasava» («Solo la unidad salvará a los serbios»), al cual se le intentó atribuir un carácter bélico para demonizar al país balcánico. El mundo occidental al que Estados Unidos intenta marcar el paso usó su monopolio de la violencia en nombre de la paz para azuzar los problemas internos de la antigua Yugoslavia. El veneno otanista debía haber sido reemplazado por el ánimo de aprender de una región tan rica en tradiciones, que pocos hicieron el esfuerzo de entender.
Entre los escombros de los bombardeos de Belgrado apareció un joven desgarbado con una raqueta en la mano, y no un fusil como aquellos que atormentaron su infancia, que puso la bandera de Serbia en lo más alto de uno de los escaparates más glamurosos del mundo. Novak Djokovic se abrió paso en un deporte dominado a inicios de milenio por figuras del país de las barras y las estrellas como Sampras y Agassi. Federer y Nadal tomaron su relevo para gloria de Nike, una rivalidad que se vio alterada por la irrupción de «Nole». Cuando todavía no representaba una amenaza para el suizo y el español, Djokovic era presentado como un tipo simpático por la prensa, un discurso que no tardó en variar.
Con un tenis dinámico y sin fisuras, que domina todos los aspectos del juego, el serbio rompió la alternancia entre Federer y Nadal para desgracia del circuito ATP. Con la regularidad de un auténtico número uno, Djokovic cortó la carrera de Federer y redujo la hegemonía de Nadal a la tierra batida.
2011 supuso el inicio de la cacería contra Djokovic. Los plumillas no soportaban que «el tercer elemento» ganase en todas las superficies y escarbaron para tumbar al balcánico. «Nole» no jugó al escondite, y afirmó que había variado su dieta tras descubrir su intolerancia al gluten. Los periódicos de todo el mundo cargaron con dureza contra Djokovic, al que acusaron sin ambages de doparse. Meses después, las mismas voces guardaron silencio cuando Nadal desapareció extrañamente del circuito, así como por sus tratamientos con plasma y autotransfusiones en Vitoria, los cuales no estaban prohibidos en otros deportes.
Años duros sobre todo para los aduladores a sueldo que acompañan a Nadal, que sostuvo su campaña contra su némesis. 2022 fue el año de la batalla final. En su carrera por ser el mejor tenista de la historia, Nadal ganó en Australia, un torneo en el que no pudo participar Djokovic. El serbio dio la vuelta a la tortilla y sigue acumulando éxitos. Dos años después, Djokovic ya no lucha con Nadal, sino con la historia por ser el mejor deportista de todos los tiempos, la cabra para los más jóvenes.
El triunfo del «Djoker» escuece especialmente desde ese 2022, en pleno combate contra la imposición de un tratamiento génico experimental. A micrófono cerrado, muchos famosos expresaron su reticencia a vacunarse. Los contratos con multinacionales como Nike sirvieron como mordaza. Menos para Djokovic. En su victoria más gloriosa, el balcánico prefirió ser detenido en Sidney, antes que someterse a la dictadura globalista. En un momento en el que los referentes escasean, su actitud heroica es un faro para la humanidad. A golpe de drive, Djokovic tumbó uno a uno los reportajes denigrando su figura. Porque Djokovic es el mejor deportista de la historia, pero también sabe ser una persona libre. Consciente de estar en el ojo del huracán, «Nole» no se ha arrugado y sigue defendiendo aquello en lo que cree. Causas legítimas para el pueblo serbio, que sueña con que sea su presidente en el futuro. La población aborregada por los medios, que desconoce hasta la realidad de su propio barrio, descarga su odio con él por tener la valentía de la que ellos carecen. En el ocaso de su carrera, Djokovic demuestra que también sabe sufrir, como tantas veces se alabó a Nadal, algo que no le había hecho falta hasta el momento por su excelente tenis.