Cada mañana
con su monstruosa almorrana,
se despierta Ibai Llanos
gritando como un marrano,
o en fino,
como un porcino,
o en roman paladino
como un obeso cochino.
¿Qué le pasa a Ibai
que está en un ay, ay, ay?
Que ha comido picante
en cantidad bastante
para matar a un elefante
o incluso a una legión de gigantes,
de enchiladas y jalapeños
como si fuera el dueño.
¿Qué le pasa a Ibai
que está en un ay, ay, ay?
Sin nada de autodisciplina,
como si fueran mil algas marinas,
cada mañana,
su monstruosa almorrana,
una tormenta desata,
como si le mordieran mil ratas
que le llega al centro del corazón
el hiriente y doliente quemazón.
De Ibai, la almorrana mostruosa,
no es cualquier cosa,
que es como un pez espada
que le horada
en espasmos que le recorren la espalda
y le muerde y le trepana con ganas en el culo
y no comerá más, jura el garrulo.
¿Qué le pasa a Ibai
que está en un ay, ay, ay?
Y ay, ay, ay, con su ano
como la bandera de Japón,
clama como un auténtico marrano;
menos mal, que no es maricón.
Enrique de Diego