Javier de la Calle.
La izquierda cómplice de la inmigración dice que los fascistas tienen perjuicios respecto a los inmigrantes. La repetición continuada de actos delictivos por un grupo concreto de personas es la nueva definición que quieren darle los alumnos de Popper a la palabra prejuicio, a los que pretenden señalar e incluso encarcelar.
Un grupo con el mismo heroísmo que los numantinos se resiste a obviar lo que tiene delante de sus ojos. El pasado viernes en la localidad canaria de Telde, una reyerta entre inmigrantes acabó con la muerte por arma blanca de un joven de origen magrebí. La imagen del fallecido era la que un fascista solicitaría a la Inteligencia Artificial para ilustrar este artículo: un chaval con los lados rapados y un chándal del Paris Saint-Germain. Por respeto a la víctima no reproduciremos la fotografía; los valores de una España caduca así nos lo sugieren por cuestiones morales.
Todo grupo tiene sus símbolos y vestimenta que los identifican y dotan de unidad. No, no es casualidad. Y los jóvenes procedentes del Magreb siembran el terror ataviados con los chándals del PSG. El estridente conjunto deportivo tiene un precio que supera los 100 €, por lo que es de suponer que o bien son costeados por los servicios sociales (pagados por todos los españoles) o son copias ilegales, que venden mafias organizadas.
Ni del Real Madrid ni del Barça. Del PSG, un equipo francés. La explicación es que el club parisino es propiedad de Catar, y en él juegan múltiples descendientes de inmigrantes no integrados socialmente. Si en España no se puede acceder al Camp Nou con la camiseta de España, ya es hora de tomar cartas con los nuevos aficionados de un club sin historia como el PSG.
Están perfectamente identificados, se encargan ellos solos de etiquetarse. En sus bolsillos se han encontrado de forma reiterada armas blancas, móviles robados o drogas. España tiene un enemigo que va a machetazos por las hasta hace poco tranquilas calles del país: los del chándal del PSG.