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Taylor Swift, basura prefabricada para lavar cerebros

Redacción




Javier de la Calle.
Todo tiempo tiene su estandarte. En el actual, dominado por la estulticia, Taylor Swift es la reina. Su nombre se repite en la prensa, en internet aparece de forma agotadora, pero llamativamente, sus letras no son himnos sociales que unan al pueblo en un momento clave como el actual, como si lo fueron otros artistas.
Desde sus inicios, Taylor Swift es un producto prefabricado por las discográficas, que la han elevado con sus potentes maquinarias al estrellato, acompañada de excelentes propagandísticas e ingenieros de sonido que explotan la informática para suplir sus carencias de voz. Swift no es Elvis. Ni siquiera Amy Winehouse.
Como Lola Flores, Taylor Swift ni canta ni baila. Tampoco es una belleza despampanante como Beyoncé o Dua Lipa. Su éxito obedece a los designios del sistema, que mediante los algoritmos la ha impuesto como vehículo de sus ideas.
Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y hasta Óscar Puente dicen ser «swifties». Sí, sorprendentemente Yolanda Díaz también es fan de Taylor Swift, a pesar de no entender una palabra de inglés. Casualidades del globalismo.
En su delirio totalitario, está asegurado un ataque de swifties contra Rambla Libre, por lo que aprovechamos estas líneas para repicar nuestro vetusto tambor para avisarles de la ofensiva que iniciaremos contra las swifties desde este momento. Banzai!