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Las satanoéltes desveladas (3): El socialismo y el liberalismo, dos mentiras

Redacción




Continuamos con la publicación de un extracto de un capítulo del libro de Enrique de Diego, «Letizia, satánica y adúltera». En esta parte el autor se detiene a considerar que las ideas dominantes actualmente, liberalismo y socialismo, son dos mentiras absolutas:

Hago un paréntesis en la narración para defender lo obvio: las ideologías se han mostrado como diversas formas de la mentira, como distintos papeles de la farsa; meros sucedáneos mendaces de la religión. El socialismo es una mentura que ha durado demasiado, incluso después de muerto con la caída del Muro de Berlín en 1989. Pero lo que se conoce como el liberalismo es una vulgar patraña. Otra mentira más. Sólo queda la guerra descarnada y por la supervivencia entre el Bien y el mal, entre la virtud y la depravación criminal y genocida, entre la reacción humana y el globalismo con su cohorte de siglas putrefactas: ONU, OTAN, UE, OMS…y la catarata de ONG y organizaciones pseudo ecológicas.

Mi formación intelectual ha sido liberal. Desde mis años mozos hasta mi madurez, he militado en la corriente del liberalismo con fervor. Sus postulados me convencían. De las cuatro grandes escuelas en que se divide la gran corriente liberal -neoclásica, escuela austriaca, minarquista y anarcocapitalista- me adherí a la minarquista, del «Estado mínimo» de Robert Nozick, y a la escuela austriaca de Ludwig von Mises y de Friedrich Hayek y Karl R Popper, al que algunos consideran liberal y otros socialdemócrata. Consciente de las carencias éticas del liberalismo siempre lo he complementado con Lord Acton y Alexia de Tocqueville. Las dudas que me fueron surgiendo estallaron completamente con la plandemia. Hoy no me defino como liberal, sino simplemente con guerrero o combatiente.

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Hoy me parece el liberalismo una gran mentira, aliado natural de las satanoélites (élites sigue teniendo un aspecto positivo), esas que pretenden diezmar a la población para que se deje en 500.000 personas, como decían las tablas de Georgia, felizmente destruidas, o el viejo sueño de lucifer de exterminar a la especie humana, al fin y al cabo, hecha a imagen y semejanza de Dios.

Desde la soberana estupidez del imbécil de Karl R. Popper de que «vivimos en el mejor de los mundos posibles», cuando vivimos un infierno creado por esas satanoélites. Hasta el punto crucial de la capitalización, según el cual, Hayek dixit, la obtención de riqueza o acumulación en unas pocas manos es, a la postre, beneficiosa para todos, para los consumidores, pues permite la inversión y ofrecer servicios y adelantos técnicos más baratos. Incluso el paradigma de Adam Smith, del liberalismo clásico, de que el carnicero nos sonríe es simplemente porque busca su beneficio propio, me parece un ejemplo tosco y mendaz. El carnicero nos sonríe para desarmarnos y que asumamos el papel de víctimas.

 

Con esa capitalización se ha llegado a que el 1% de la población acumule el 99% de la riqueza, y en vez de ofrecernos servicios o bienes más baratos nos ha ofrecido la muerte y un horizonte de exterminio. Los Rothschild, los Rockefeller, los JP Morgan, los Carnegie, George Soros, Henry Kissinger, el tarado genocida Bill Gates, Larry Flink, las farmacéuticas, Albert Bourla, Black Rock, Vanguard, etc., otrora paradigmas del capitalismo, son mis cervales enemigos y de la especie humana. Son ejemplos máximos de capitalización funesta. Son satanoélites a las que hay que vencer. Un liberal nos dirá que algunos de estos magnates son auténticos mangantes que fuerzan al Estado a ponerse al servicio de sus intereses y consiguen amplias ventajas fiscales pues su pulsión es el monopolio.

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Pero hemos visto como en el lacayismo ambiente se ha calificado a las timo vacunas como «milagro del capitalismo», el tosco Losantos dixit, y como las farmacéuticas han obtenido total impunidad para matar y han pervertido su función y la de los satanarios todos con un medicina horrenda y homicida. Eso, en la praxis, es la inhabilitación del liberalismo. Todo el edificio ha saltado en ruinas, hecho añicos. Ya los legisladores norteamericanos han presentado una ley que quita la impunidad a estas grandes corporaciones asesinas. El farmacéutico nos sonríe como el carnicero pero lo hace para entregarnos a la muerte.

Paul Johnson, un historiador liberal, y por ende manipulador y mentiroso, dice que al final de la segunda guerra mundial los empresarios que se habían lucrado del trabajo esclavo de los campos de exterminio fueron tratados con benevolencia y no perdieron sus propiedades porque tal cosa resultaba repugnante al derecho norteamericano. Flaco favor, letal servicio. En cuanto combatiente, las propiedades de los atacantes agresivos globalistas deben ser incautadas, expropiadas, y sus responsables detenidos, procesados y, en su caso, ajusticiados. Esa es la lógica de la guerra, y de una guerra tan cruel como ésta, que pretende no que el reo pague la bala, como en la Justicia totalitaria china, sino que el reo se pegue el tiro en aras de su salud o del planeta o de mentiras impuestas al peso a golpe de talonario como el timo calentamiento global. El medio es «liberal», aunque el horizonte sea totalitario.