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Eulogio López, otra desnortado en grave peligro de condenación

Redacción




Enrique de Diego.

A Eulogio López se le ha elogiado desde estas páginas. Es un buen profesional de información económica, un declarado pro vida (no hay que estar todo el día hablando del aborto, que dijo Bergoglio, el cojón del anticristo) que ejerce de católico. Pero ahora, cosas de la confusión generada por la secta bergogliana, resulta que no tiene la fe del carbonero, sino la del garrulo o el tonto del pueblo o el vendedor de la ONCE.

Contrapone en un alucinógeno artículo la razón y el sentimiento, y como corresponde a estos tiempos relativistas sombríos, manda el sentimiento, el artículo 33 y el pensamiento testicular. Así cae en la histeria bienpensante y considera que «no importa si me gusta o no Francisco: lo cristiano no es respetar al Papa, es querer al Papa. ¿Quién ha dicho que el Pontífice nos tenga que caer simpático?».

Vaya por delante que Bergoglio no es Papa sino un usurpador, y no entender esto es poner el alma en peligro de condenación, como le ocurre al desquiciado Eulogio, al que le faltan dos neuronas, porque para un católico la razón deber mandar porque es regalo de Dios y ha de orientar a las pasiones, al sentimiento.

Empeñado en amar a Bergoglio, que ya se necesita ser para sodomita, Eulogio se abisma: «Esto resulta especialmente recordable en los últimos tiempos que vivimos, donde conviene no equivocarse de bando. El único bando del corazón de un católico es el bando del Sumo Pontífice, nos guste o no el protagonista del evento». Eulogio, el tonto del pueblo presuntamente católico, se equivoca de bando, y en su afán mostrenco de ser más papista que el no Papa, está en el bando radicalmente equivocado.

Ha dado muestras de despiste pretendiendo que Bergoglio está aconsejado por una caterva de herejes modernistas («modernismo, compendio de todas las herejías», como dijo San Pío X, que ese sí era Papa), y ahora, toda vez que tiene anulada la razón, recurre al tramposo argumento de que a Bergoglio se le tergiversa: «Con Francisco, la tergiversación está a la orden del día, y hay que acudir a las fuentes originales porque hasta los medios especializados retuercen sus palabras en un sentido o en otro». Pero el último argumento del sentimentaloide Eulogio López es que Bergoglio habla porteño y de esa manera no se le entiende: «Sin olvidar que Francisco habla porteño y que a los argentinos no hay que entenderles con la cabeza, porque podría estallarnos, sino con el corazón. O eso, o renunciar a entenderles por siempre jamás».

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Dice San Pablo que no hay que ser de uno o de otro, de Pablo o de Apolo, sino de Cristo, pues sólo El nos ha redimido en la Cruz. Un Papa, cualquier Papa, está para defender el depositum fidei, marcado en el Credo o Símbolo Atanasiano, en los nueve primeros Concilios, la doctrina basada en las Escrituras y la Tradición, cueste lo que cueste, y guste a quien guste, que Dios abomina de los nicolaítas, como dice el Apocalipsis, que no creían en la resurrección del Señor y acomodaban su prédica a la inmoralidad ambiente. Igualito que la secta bergogliana.

Resulta que tiene al tal Tucho de prefecto pornógrafo que en Hispanidad se califica su libro «La pasión mística» de libro «perverso», propio de una mente perturbada, pero luego se dice que el «Santo Padre» que no es santo ni es padre ni es nada y se habla de los «católicos moderaditos», como si Bergoglio no hubiera nombrado a cardenal a ese chucho y no hubiera firmado sus desatinos heréticos, el cardenal Sarah dixit.

«Bergoglio,, el cojón del anticristo», que es el título de un libro mío que Eulogio, para no decir más paridas, haría bien en adquirir en Amazon, es el producto de una maquinación de la «mafia de San Galo», como les gustaba llamarse a una serie de cardenales herejes modernistas, que no creían en nada, por ejemplo Karl Lehman decía que «yo no creo en la Iglesia católica», que se reunían en esa localidad suiza desde 1996 para manipular el Cónclave. Como satanás es vanidoso, el cardenal Daneels, el mismo que sale al balcón proclamado Bergoglio, se fue de boca en la presentación de su biografía, Y por lo mismo, los cardenales Cormac Murphy O’Connor y Theodor McCarrick se reunieron con Bergoglio para acordar hacerle Papa si -para que nos vamos a andar con rodeos- destruía la Iglesia de Cristo. Esto conlleva la excomunión ipso facto, latae sententiae, tal y como establece el documento Universi Dominici Gregis, de San Juan Pablo II. Es más, ahí están las revelaciones del gran periodista italiano Eugenio Scalfari quien dice que Bergoglio no cree que Jesús fuera Dios. En «Bergoglio, el cojón del anticristo» se dan pelos y señales de la conspiraciones para manipular el Cónclave, y los planes de John Podestá e Hillary Clinton para acabar con la Iglesia.

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Luego está lo de la tergiversación que es un argumento bastante gilipollas, es decir, inocente. Y es muy grave y estúpido ir al infierno por llamar tergiversación a cuestiones como dar la bendición a la escoria reunida en Davos de sodomitas, pederastas y genocidas y decir que la globalización es moral, o promover el genocidio de toda la humanidad tildando a timo vacunarse de «acto de amor», o escribir dos panfletuchos a favor de la mentira del timo cambio climático, o la presentación en Abu Dabi de la religión abrahámica, remedo hortera de la herejía ireneista, o la mamarachada pagana de la pachamamá en el sínodo de la Amazonia. o decir que el infierno esta vacío, cuando Bergoglio ha cometido el pecado contra el Espíritu Santo, el único que no se perdona, y va seguro al infierno.

Se puede ser muy de Garabandal, y tenerlo siempre en la boca, y leer el segundo mensaje, eso tan tremendo de que «muchos sacerdotes, obispos y cardenales van por el camino de la perdición y llevan muchas almas detrás» y ser incapaz, nublada la mente como la tiene Eulogio López, de caer en mientes de que los cardenales eligen al Papa y pueden manipular el Cónclave a su antojo, siendo asé excomulgados.

La gran apostasía esta anunciada por Nuestra Madre en Amsterdam a Ida Peederman, en Akita, Japón, donde a la hermana Agnes Katsuko Sagasawa le dice que se verán cardenales contra cardenales y a los que la veneran serán perseguidos dentro de la misma Iglesia, en Civitavechia, donde llora lágrimas de sangre porque las tinieblas han caído sobre la Roca de Pedro y que satán trata de destruir la Iglesia y desgarradoramente grita que «¡no lo permitáis!». Pero Eulogio, antes que a María Santísima, prefiere entregar el corazón a Bergoglio y abjurar de la fe y de la razón. Quien sigue a Bergoglio, va por el camino de la perdición.