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Coplas completas de Felpudo, el cornudo, y Letizia Satanizia, la adúltera

Redacción




Coplas de Felpudo, el Cornudo,

Y de la adúltera Satanizia,

De soltera Letizia,

Con el cuñado,

El navarro empotrado,

Jaime del Burgo,

Como le conoce el vulgo.

Érase una vez Felpudo muy preparado,

Con fama de julandrón,

Le gustaban las prendas de don algodón.

De Isabel Sartorius se encaprichó, embobado.

¡Horror! Sus padres estaban divorciados.

De Eva Sanum y su espalda de vértigo plebeya,

Quedó hechizado,

Pero su padre,  el campechano,

De la noruega bella,

No le dejó probar bocado.

El muy marrano.

Así que mano sobre mano,

Todo el día pegado a la televisión

Se prendó de una locutora Letizia,

Que le pareció una delicia.

Venía resabiada de mil batallas del amor,

Siempre trepando y trepando,

Se había liado con el profesor

Como si fuera Antonio Machado

Y como no dio la talla, lo dejó tirado,

Y al bebé, Satinizia, abortado.

Guadalajara en un llano y México en una colina.

En Guadalajara se tiró a media población,

Claro que Guadalajara no es Nueva York.

Se lió con el director y rompió la redacción.

Las fiestas fueron épicas, las borracheras y las orgías.

En la Facu hizo un trabajo declarándose, con buenas razones, republicana

Y siguió su vida liberada y descocada.

En Irak, si los informes de la sargenta Paquita hablaran

Contarían que ninguna noche durmió en el camarote,

Pues a costa del contribuyente, chupando del bote,

Se beneficio a la mitad de la oficialidad de la Marina inglesa,

Vengándose, con creces, de la Armada Invencible y de Trafalgar

A fuerza de acabar con ellos de tanto folgar.

Así que cuando el pazguato, preparado, Felpudo.

Se prendó de la que leía las noticias

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Nunca sospechó que terminaría cornudo

Por una plebeya llamada Letizia.

Más cornadas da el hambre y más se ha tirado el campechano

A veces desde la 4ª planta como a Mozarowsky Sandra,

Mándale rosas que se va de la ciudad, anda.

El caso, acostumbrada a vivir del Presupuesto,

Le hizo tilín la Corona,

Y se dispuso a aceptar la oferta con lo puesto.

Y como París bien vale una Misa y dos Roma,

A la atea hubo que hacerla en menos que canta un gallo

Católica, para matrimoniar por la Iglesia, vestir de sayo,

Para entrar en La Almudena con oropel y de blanco virginal.

Y Letizia dijo el  ‘sí quiero’ con la boca pequeña, pero el ‘te amo’

Se lo dijo al empotrador navarro, Jaime del Burgo,

Cuya verga le gustaba más que el queso fresco de Burgos;

Se escenificó la farsa para el entontecido vulgo,

Y en la piscina de Zarzuela,

Donde la que no se corre, vuela,

Y en el restaurante El Latigazo,

Para festejar el regio braguetazo,

Saltaban chispas con el empotrador navarro

Que no salían, ni por asomo, con Felpudo,

Y así, sin amor desde el primer día, terminó siendo Cornudo.

Ay, mi amor, me protege tu pashmina

Y me pone y me calienta la vagina,

Con tu pashmina, estoy más caliente que una olla en la cocina.

Hicieron planes los amantes de dejar de ser ella princesa,

Irse a vivir a la gran manzana de Nueva York

(allí podía hace estragos al por mayor)

Y tener otro hijo por maternidad subrogada,

Que es no poco misterio el porqué de esta guarrada.

Pero luego dio en pensar, la mujer del quesero ¿qué será?

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Y la mujer del Felpudo ¿Qué será?

“no podemos volver a vernos”, le dijo al tercero.

Y se marchó con viento fresco el sobrero

Y no hubo fuga romántica a Nueva York,

Que por el interés te quiero Andrés, dijo a Felpudo.

Y con Telma, para echar más morbo, el quesero se casó,

De modo que la monumental cornamenta de Felpudo

se la puso su cuñado; todo queda en casa, apañado.

Satinizia  se compró libros satánicos, desbocada,

Dio el premio princesa de Asturias a la bruja más horrenda

Y apostó por las élites que a satán alaban,

Se apuntó a promocionar la timo vacunación y toda la agenda

Incluida la burda patraña del cambio climático,

Y el Felpudo hizo lo mismo, y poniéndose enigmático,

Se sumó, el cornudo, a la veinte treinta.

Entonces Jaime Peñainfiel sacó el bombazo

De la pasión escondida con del Burgo en El Latigazo.

Por menos, Enrique VIII le cortó la cabeza a Ana Bolena,

por poner en duda la legitimidad de las nenas.

Pero, como hemos avanzado, Cornudo a la adúltera ha perdonado.

Desde aquí le recomiendo que busque a Leonor profesión,

Que ya está bien vivir del cuento, que se acabó lo de Borbón.