Reproducimos un capítulo del libro «Bergoglio, el cojón del anticristo», del que es autor Enrique de Diego, a la venta en Amazon. En este capítulo reinterpreta el «tercer misterio» de Fátima:
El 26 de junio de 2000 se hizo público el tercer secreto de Fátima y se editó el folleto El mensaje de Fátima, con los comentarios y explicaciones del entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Dice así la traducción del texto de la carta de Sor Lucia que contiene dicho secreto:
«Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz que es Dios: ‘algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasa ante él’ a un Obispo vestido de Blanco, ‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre’. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron uno tras otro los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
El comentario de Ratzinger parte de la premisa de que se trata de una visión profética del siglo XX, sin justificación alguna, como veremos. “El Papa precede a los otros, temblando y sufriendo por todos los horreros que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los muertos. El camino de la Iglesia se describe así como un viacrucis, como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. En esta imagen se puede ver la historia de todo un siglo”. Insisto, en que la interpretación de Ratzinger no tiene justificación alguna e incluso carece de toda lógica, porque el “tercer secreto” no sería una visión profética, sino de un tiempo ya pasado.
Identifica Ratzinger a ese Obispo de blanco con un Papa colectivo, “que empezando por Pío X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellos por el camino que lleva a la Cruz”.
San Juan Pablo II afirmó, con relación al atentado el 13 de mayo de 1981 que le puso a las puertas de la muerte, “fue un mano materna la que guió la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte”. ¿No podía ser San Juan Pablo II ese Obispo vestido de blanco al que la Virgen María desvió la bala salvando su vida, puesto que los Mensajes del Cielo son siempre condicionales? ¿Y esa multitud de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como laicos de todas las clases y condiciones sociales, los mártires del comunismo? Es posible. Sin embargo, sostengo que la visión no se refiere exclusivamente al siglo XX, sino que va más allá, a nuestro siglo, al fin de los tiempos, que está en curso.
La interpretación del cardenal Ratzinger causó cierto desencanto en el momento de ser publicada. Se especuló con que faltarían las “palabras” que Nuestra Señora dijo a los pastorcitos de Fátima, que se encontrarían en una carta de Sor Lucía al obispo de Leiria, Monseñor Da Silva. Según dicen los defensores de la existencia de esa carta, el relato de las palabras de la Virgen versa sobre acontecimientos futuros terribles, especialmente sobre la crisis interna de la Iglesia y sobre enfrentamientos dentro de la misma. Así el Padre Joaquín Alonso, fallecido en 1981, que por dieciséis años fue el archivista e historiador oficial en Fátima, quien había tenido muchas entrevistas con Sor Lucía, en relación con el ‘secreto’ afirma que es probable que el texto haga referencias a la crisis de fe dentro de la Iglesia.
Monseñor Alberto Cosme do Amaral, tercer Obispo de Fátima, quien habló del secreto el10 de septiembre de 1984, en un discurso pronunciado en Viena, dijo que “su contenido concierne solamente a nuestra fe. Identificar el tercer secreto con anuncios catastróficos o con un holocausto nuclear es deformar el sentido del mensaje. La pérdida de fe de un continente es peor que la aniquilación de una nación; y es verdad que la fe está disminuyendo continuamente en Europa”.
¿Qué puede haber peor, para el Cielo, más doloroso para Nuestra Madre, que el Sínodo de la satanidad? ¿Qué puede ser peor o más apocalíptico que la satisfacción de Georg Bätzing, presidente de la Conferencia Episcopal alemana, de que tal aquelarre clerical va a revisar toda la moral católica en materia sexual, abolir el pecado, cuando Nuestra Madre le dijo a Jacinta que la mayor parte de las condenaciones serán por los pecados de la carne? ¿Qué puede ser peor que las reflexiones del sínodo de la satanidad sirve de preparación para la aceptación de la sodomía, como denuncia el cardenal Múller, cuando –no sirve de nada engañar y engañarse- las Sagradas Escrituras dejan bien claro que ninguno de esos entrará en el reino de los cielos? ¿Qué puede haber peor a los ojos de Dios que ver a un Papa impostor y excomulgado en tenida con cardenales, obispos, religiosas y religiosas y laicos de toda condición en demostración palpable y fehaciente de que no tienen fe y van a intentar destruir la Iglesia, que fue fundada sobre el Sacrificio de la Cruz, sobre nuestra Redención? Ciertamente, no hay nada peor. La justa ira del Todopoderoso caerá sobre ellos.
¿Ese obispo de blanco, que los pastorcillos presintieron era el ‘Santo Padre’ –presintieron, elemento subjetivo de la visión-, que camina apesadumbrado y desolado por la ciudad en ruinas acompañado de esos otros obispos, religiosos y religiosas y laicos no es la imagen de los asistentes del Sínodo de la satanidad?
Y ese Ángel con ese grito airado de ‘¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!’ lo hemos visto ya en la gruta de Massabielle a Santa Bernadette Soubirous dicho por Nuestra Madre: ¡siglo y medio sin escucharla, sin hacerla caso, cada vez de mal en peor; hasta la ruina y escoria del Sínodo de la satanidad, aquelarre donde va a ser abolido el pecado y va a ser aceptada toda herejía!
Jorge Bergolio, con miembros del Sínodo de la satanidad.
Más aún, cuando las gentes despierten, ya falta poco, y perciban en toda su gravedad diabólica, en su mentira intrínseca, -y satán es el padre de la mentira- el genocidio al que han sido sometidos y comprendan que Jorge Bergoglio con su infame “acto de amor” ha sido el negro director espiritual lacayo de tal monstruosidad inhumana, ¿no reclamarán justicia? La visión del ‘tercer secreto’ de Fátima, para mí, sugiere la escena de un linchamiento, ese grupo de soldados que matan al Obispo de blanco, un impostor, un traidor a la especie, un enemigo de Cristo y de su Iglesia, que ha jugado y juega a su extinción, con tiros y flechas.
Ratzinger indicaba en el folleto de El mensaje de Fátima que “recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en libros piadosos, y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe”. Los dos ángeles que recogen en sendas jarras la sangre de los mártires aparece desvinculada del Obispo vestido de blanco que recibe los disparos y las flechas porque no es muerto en la Cruz y, por tanto, su sangre y la de su comparsa no cae en las jarras, que está situados bajo los dos brazos de ésta. Los mártires no han dejado de crecer, hoy, más que en el siglo XX, simplemente son silenciados, no se levanta la voz para frenar el martirio, y eso ofende a la fuerza a Dios sobremanera.
Es el triunfo de la Cruz sobre la apostasía bergogliana y de su secta de lo que nos habla el ‘tercer secreto’ de Fátima.