Luis Bru.
Sí, fue la mejor infantería del mundo durante más de 100 años, la que sostuvo, entre barro, sudor y sangre, todo un imperio. Arcabuces que cruzaban Europa, de sur a norte; picas enhiestas y atrevidas por un camino español, desde Italia a Flandes. Un ejército temido y que, al igual que Roma con sus legiones, fue santo y seña de España. Y dentro de los Tercios, a lo largo de los siglos ocurrieron hechos heroicos.
En 1529 se presentó ante las murallas de Viena el ejército otomano de Suleyman, el magnífico, en nombre del islam, con un impresionante ejército de 125.000, con potente artillería y el cuerpo selecto de los jenízaros, conformado por huérfanos arrancados de sus padres cristianos en la convulsa zona de los Balcanes y que llevaban en su sombrero la cuchara con que los alimentaba el emperador otomano, que cumplía así las funciones de padre y de jefe espiritual.
Viena era la frontera con el mundo tenebroso del mundo musulmán y si caía se desparramarían por toda Europa los hombres de la media luna, que habían hecho caer al Imperio romano de Oriente, a la gran cultura cristiana de Bizancio en el año 1453.
Suleymán el Magnífico, nada más llegar al poder en 1520, pidió al rey Luis II de Hungría que le rindiera pleitesía y tributos. El joven rey, emulando a Leónidas, ordenó ejecutar a los embajadores y solicitó el apoyo del emperador español, Carlos V.
Carlos no pudo atender aquella petición puesto que tenía comprometido su ejército en Italia para ayudar a la región de las agresiones del rey francés, Francisco I, que, con tal de derrotar a su enemigo español, se alió con los turcos, con independencia de las creencias que tenían. Otro frente se abría en la guerra y toda Europa era un polvorín, con el emblema de la Cruz a punto de sucumbir.
Luis II se vio abocado a la guerra contra Soleimán, con ayuda o sin ella. Los turcos invadieron Hungría, la destruyeron sin apenas oposición y aniquilaron al ejército húngaro. No había rival que detuviese aquella máquina de guerra bien engrasada. Y Luis II falleció en la batalla de Mohács el 28 de agosto 1526, punto álgido de aquella muestra de poder otomano. Tras este luctuoso hecho, Fernando de Austria, hermano menor de Carlos V, reclamó el trono húngaro y fue elegido rey. (Luis II era su cuñado).
Soleimán, aprovechando el vacío de poder, se autoproclamó “emperador de emperadores, príncipe de príncipes y sombra de dios sobre ambos mundos” y se aseguró la obediencia de 30 reinos. Ante un occidente débil los otomanos avanzaban implacables. En ese escenario, Viena estaba en vanguardia para sufrir los ataques caprichosos del turco. Y no tardó mucho en sufrir las oleadas pues en 1529, 3 años después de Mohács, el mismo Soleimán encabezaba un enorme ejército, decidido a tomar la ciudad.
Aquella batalla sería decisiva pues Viena era la frontera entre el cristianismo y el islamismo, la fortaleza para impedir que los musulmanes invadieran territorio europeo. Y aunque el nuevo rey, Fernando, rey de Hungría y archiduque de Austria, actuó con presteza y rapidez, no pudo evitar que la ciudad se viera rodeado por el mayor ejército visto hasta la ocasión: 150.000 hombres.
La capital austriaca contaba para su defensa, según las fuentes con un contingente de soldados, entre 17.000 y 24.000. No, no eran muchos comparados con los turcos. Y la ayuda exterior apenas llegó. Pero eso sí, la calidad de las tropas era tremenda. En ese aspecto destacaron los 1.500 lansquenetes alemanes y 700 arcabuceros españoles, provenientes todos de la localidad de Medina del Campo, enviados por la misma reina viuda, María de Hungría, hermana de Fernando. Estos 700 hombres, dirigidos magistralmente por el conde Nicolás de Salm, un belga veterano de guerra de 70 años, nuestros protagonistas, serían determinantes en el transcurso de la batalla. Puede decirse que los 700 de Medina del Campo fueron decisivos para la salvación de la Europa cristiana, pues se mantuvieron firmes, y en ocasiones contraatacaron. El imponente ejército turco no consiguió hollar las murallas de Viena y hubo de replegarse. Viena fue salvada por 700 arcabuceros de un pueblo remoto de Castilla llamado Medina del Campo.