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Carta al gran biólogo Fernando López-Mirones: Una injusticia que ensucia a la escoria de la Universidad Villanueva y al Opus Dei

Redacción




Enrique de Diego.

Todo mi apoyo y mi simpatía fraterna a ti, Fernando López-Mirones, que has sido y eres el líder de los purasangres, biólogo, el más insigne de todos, pues diste la cara desde el primer momento en defensa de la verdad y de la ciencia, en defensa del género humano. Que has cumplido con creces lo que le pedía la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, a Ida Pederman en sus apariciones de Amsterdam: «Educadores y padres, cuiden de los jóvenes». Y tú lo has hecho, durante 18 años te has entregado con ilusión a tu labor docente, y has estado en todo momento despierto y cuando llegó el ataque satánico estuviste alerta, y todos tus alumnos te deben agradecimiento, y todos los españoles porque no te doblegaste, como tantos lacayos, sino que salvaste vidas y no quisiste callar cuando se esterilizaba a los jóvenes -sí se esterilizaba- con el infame y cruel genocidio de las timo vacunas.

La Universidad Villanueva se ha cubierto de mierda con tu despido, por tu labor heroica y valiente, llena de entusiasmo, fuerte contra la tormenta desatada. Dices que no son ajenos a la decisión un biólogo que trabaja para las criminales farmacéuticas y otro profesor que lo hace como director general de Antena 3. Faltan los nombres para que caiga sobre ellos el oprobio en los tiempos futuros cuando la verdad se imponga, que se impodrá, que se está imponiendo.

Esa institución universitaria es del Opus Dei, lodazal inmundo en que ha devenido la Obra fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer. La Universidad de Navarra pretendió imponer la timo vacunación obligatoria a sus alumnos en el campus y tuvo que ser recriminada por Liberum. Parece mentira que en la Clínica Universitaria no haya habido nadie con los elementales conocimientos científicos y la suficiente libertad de espíritu y de criterio para avisar a toda la sociedad y a sus hermanos de que inyentarse ese veneno de muerte no era «un acto de amor» sino jugar la ruleta rusa del suicidio asistido, de enfermedades auto inmunes, de repentinitis, vocablo que tú pusiste en circulación con tanto acierto, Fernando, de esterilizaciones masivas, de modificaciones del genoma humano. Aquí en Alicante, di la batalla, para que no envenenarán a los inocentes alumnos del Colegio Aitana y poderoso caballero es don dinero de la subvención o no sé por qué motivos se inyectaron en masa. Y el preladucho, Fernando Ocáriz, que tiene por misión velar por sus hijos, ¿no ha sido capaz de avisarles, no ha estado centinela alerta? Grave responsabilidad de esta gentuza en los tiempos oscuros que nos ha tocado vivir. Maledictus todos los cómplices de este asesinato en masa que tu despido muestra el sometimiento a los poderes mundanos y la degeneración de la Universidad Villanueva y de todo el Opus Dei, infieles a las enseñanzas de su Fundador.

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Te ha llegado el despido con artera cobardía, con un correo electrónico inmundo y canalla, sin poderte despedir de tus alumnos, de tus queridos alumnos, por los que has dado lo mejor de ti, sin reservarte nada, acompañado por el silencio de los cobardes del claustro, y han pretendido así que no digan «Oh capitán, mi capitán», el verso de Wal Whitman, pero todo lo tienen que decir al comienzo de curso, tienen que forzar tu readmisión, hacer lo posible y lo imposible, si quieren ser regeneradores de un nuevo comienzo y no lacayos podridos de «toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales», como decía San Josemaría. Si quieren ser universitarios de verdad, porque en el futuro el que haya estudiado en un centro de la Obra será despreciado con razón porque no estuvo a la altura de las cirunstancias.

Han tenido el honor de tenerte como profesor, el más capaz, el más valiente, que lo has dado todo por ellos. Nobleza obliga. «Oh capitán, mi capitán», te lo digo, Fernado López-Mirones, desde el fondo de mi alma que espera la segunda venida de Cristo, en Gloria y Majestad. Un aullido.