Enrique de Diego.
En la I Carta a los Corintios, San Pablo se encara con los que dividen el rebaño de Cristo: «Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: ‘Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo’. ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?»
¿Y yo de quuién soy? Como decía el viejo catecismo en el que aprendí las primeras nociones benditas de la fe: ¿Soy cristiano? Sí, soy cristiano, por la gracias de Dios». Confieso mi fe ahora y hasta mi muerte. Pertenezco a la Iglesia Católiica de Cristo, no a la caricatura de Iglesia de Bergoglio, el cojón del anticristo.
El diablo gasta bromas macabras y pesadísimas, no tiene gracia, como poner de presidente, mediante fraude electoral, a un demente como Joe Biden, sobón de niños y altamente corrupto, que por ser de satán todo le está permitido. Pero la broma más humillante y pesada hasta decir basta es haber puesto en la Cátedra de San Pedro a un patente gilipollas, a un imbécil vanidoso, como el idiota de Bergoglio, que no cree en la Divinidad de Cristo, y en el dicasterio de la Propaganda de la Fe al tal «Tucho» Álvarez, que tampoco tiene fe, y bendice a las uniones de sodomitas, que si no cambian de actitud irán al infierno, y dice que sólo se puede pertenecer a la Iglesia de Bergoglio si va por esa senda inclusiva. Sanguijuelas que chupan la sangre de la Iglesia de Cristo.
Bergoglio ha participado como propagandista en el genocidio de las timo vacunas calificando ese horrendo crimen de «acto de amor», se reunió en secreto con Albert Bourla. ha recomendado dar el Cuerpo de Cristo a un podrido Joe Biden, con lo que éste ha cometido sacrilegio, maniobró para dar de comulgar en Roma a Nancy Pelosi, maltratando a la Presencia Divina de Jesús, al Santo Sacrificio de la Cruz, recibe en audiencia, este fantoche, este mentecato, este mequetrefe, al pederasta Bill Clinton y al sodomita enemigo de Cristo, Alex Soros.
No pertenezco a la Iglesia de Bergoglio, que no tiene más autoridad que yo, porque en la Iglesia todos nos debemos a un código revelado, a la Revelación de Cristo, que terminó con la muerte de los Apóstoles. Y el capullo de Bergoglio, el cojon del anticrsito, la ladilla, porque no tiene entidad, no puede variar ni una tilde de esa Revelación, custodiada por la Iglesia de siempre, por cuantos nos han precedido en la Iglesia triunfante, millones de presbíteros y laicos fieles a Cristo. No pertenezco a esa bufonada de los clérigos mundanizados, ni de los obispos y cardenales que van por el camino de la perdición y llevan las almas tras de ellos al puto infierno.
Pertenezco a la Iglesia Católica de Cristo, como el Cardenal Muller, el Cardenal Sarah, el Arzobispo Carlo María Viganò. Proclamo que Jesucristo es perfecto Dios y perfecto hombre. Y quien niegue esa Verdad incuestionable no merece llamarse cristiano sino bergogliano, lo peor de la especie. Hace bien poco, se celebró el Corpus Christi, ecologista, con la Plaza de San Pedro vacía. Todo el mundo le da la espalda al hereje modernista Bergoglio, que quiere hacer una iglesiucha a su patética imagen y semejanza.
Petenezco a la Iglesia de siempre, a la Iglesia de Cristo, y sólo a Ella. Siento las lágrimas de sangre, de Nuestra Madre mezcladas con las de su Hijo, mi Señor Jesús, de la Virgen de Cittavechia: «Queridos hijos, lloro porque no me escucháis, no me creéis y no me aceptáis». “Satanás se está apoderando de toda la humanidad, y ahora está intentando destruir la Iglesia de Dios, ¡no lo permitáis!” Y «en Roma las tinieblas estám cayendo cada vez sobre la Roca que mi Hijo Jesús os ha dejado para edificar, educar y formar espiritualmente a sus hijos».
Quien está con Cristo está contra Bergoglio, quien está con Bergoglio, el cojón del anticristo, está contra Cristo. Yo pertenezco a Cristo que me ha redimido.