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Begoña Gerpe: influencers patrióticos, un mal necesario

Redacción




Ignacio Fernández Candela. Escritor.

En España hemos llegado al extremo y patético punto de necesitar a oportunistas que usan como trampolín la tragedia ajena. No es oro lo que reluce, más bien, parafraseando al absurdo Rajoy en una más de sus gallegas inspiraciones, son patriotas de hojalata que han encontrado en los tiempos de crisis la ocasión de satisfacer el ego y el bolsillo, narrando desde la comodidad el sacrificio y el drama de los verdaderos damnificados por la lacra endemoniada de este desgobierno criminal.

Puedo intuir cómo se sienten usadas las Víctimas del terrorismo que han visto manipuladas sus emociones en busca de Justicia, por cuantos se acercaron a conveniencia para luego abandonarlas. Válgame mi tristeza como testigo cuando mi padre-Excmo. Sr. D. Pedro Fernández Labrador, Militar de prestigiosa carrera-murió, asesinado protocolariamente el 29 de marzo de 2020 cuando sin estar infectado de COVID, al finalizar la diálisis en un hospital de Madrid, otrora militar, en vez de llevarlo a su casa fue sedado y confinado con infectados de coronavirus, dando la PCR negativa el día anterior. Fue ejecutado por tener más de 80 años. Sedado hasta morir del mismo modo que el padre de mi mujer el 23 de abril del infernal 2020 en una residencia de Guadalajara. Los dos, durante el Estado de Alarma inconstitucional, fueron enterrados sin poder velarlos y en absoluta soledad. Solo saben de dolor extremo los que lo han experimentado. Retumba en mi memoria el ruido de las palas que los operarios usaron en un día lluvioso de pesadilla real, apuntalando la lápida que me separó de mi Padre, y el de la incineradora del ataúd de mi suegro, cuando el operario la accionó confundiéndose con el llanto ahogado de mi mujer, solos en aquella sala desangelada durante la póstuma y tortuosa despedida de quien había llenado teatros durante décadas de éxito, siendo cantante de reconocido prestigio. Un contraste atroz de vidas exitosas y destierro de muerte en infernal soledad.
Luego, durante esa vorágine de agonía en vida, fue descubrir la insensibilidad de esos puntales de la perorata por España, la pose de justicia pública barriendo los polvos de la muerte ajena para adecentar hipócritamente la ambición del ego y la oportunidad de multiplicar el pecunio. David Santos, Infovloger, Murciano encabronado, El Diestro… No quiero ser injusto, puede que no hayan leído nada. Ninguno respondió a mis correos denunciando que habían matado protocolariamente a nuestros padres. Como dice Enrique de Diego, la impotencia de no poder dirigirte a políticos, diputados o senadores, ni siquiera a esos influencers que aprovecharon el dolor para socializarlo con seguidores. No todos son iguales, pero con alguno dan ganas de espetar, a aquellos que se endiosaron patrioteramente: «Hijos de la gran madre, qué fácil se ven los toros desde la barrera».
Aquellos que vieron crecer sus fans en YouTube, eran los mismos que ignoraban a los verdaderos afectados por el infierno sanchista iniciado con un genocidio. La manada de youtubers crecía proporcionalmente en influencia pública, cuanto más retorcidas eran las estrategias del socialcomunismo. Cuanto peor, mejor para ellos, desde el púlpito han ignorado a los dañados, 150.000 muertos, a no ser que vieran modo de beneficiarse narrando dramas. Bañados en las masas poco empáticas con la desesperación de los verdaderos afectados, se extendía el circo para mayor entretenimiento de incondicionales seguidores a quienes les importa poco el sufrimiento real. Pero como un tsunami, hasta los que se creían a salvo para aplaudir sin saberlo el circo de la falsedad, han acabado engullidos por el oleaje, todos con el agua al cuello o con la espada de Damocles mientras el doctor cum fraude y sus criminales cómplices sigan conspirando contra la democracia. A mayor tragedia y empeoramiento de las circunstancias,  mayor el oportunismo para engrosar el yo y la cuenta bancaria. Eran los huecos altavoces de una indignación interesada  buscando el propio beneficio, manipulando el dolor, tal y como preconizaba el bolivariano del moño, el responsable directo de la matanza que pretendía politizar ese dolor para sacar rastreros réditos. No politizaban esos influencers, pero sí socializaban el dolor para impulsar las carreras personales, con un cariz frívolamente repulsivo.
No pretendía tomarme en serio la ofensa personal, la náusea que me provoca comprobar cómo algunos ascienden pisoteando el dolor y la montaña de fallecidos que dejó la plandemia hasta que, inopinadamente, encontré la incongruencia, la inhumanidad según su actitud, la reacción innoble de una abogada afincada en Galicia que llevando en Youtube más de un lustro parece haber encontrado oportuna crisis para multiplicar las influencias sociales, publicitarse en lo profesional y, por lo visto, endiosarse al olvidar los duros inicios de su carrera personal. En mal día mandé un mensaje a su página de Facebook, Begoña Gerpe Abogados, con la ingenua intención de alabar su función social que con inteligente oratoria desempeña en su canal de YouTube. La aportación de un discurso diligente para combatir los exabruptos del desgobierno socialcomunista me había llamado la atención y además me brindaba conocimiento de primera mano para contratar, si terciaba, los servicios de su despacho.
Le envié un lacónico y muy educado mensaje de cuatro líneas en Messenger, loando su función pública, paradójicamente como emergente influencer, le comuniqué mi deseo de Justicia por la muerte de nuestros padres, motivo de consulta; me despedí con atención, consciente de la valía del tiempo y le dejé un enlace a mis columnas «Cartas a mi Padre asesinado por Sánchez e Iglesias», un conjunto epistolar de 25 artículos publicados en Rambla Libre como homenaje a él,  que luego, por confusión al usar un móvil de reciente adquisición, resultó enviado un enlace como autor que tenía en El Correo de España. Sin poder rectificar lo mandado, di por bueno lo hecho a la espera de una respuesta que hubiese dado pie a la consulta por la contratación… Con la señal del Messenger comprobé que lo había leído. Con el paso de los días no hubo contestación, achacable a la disponibilidad de tiempo para hacerlo. Al poco me encontré con la sorpresa de haber sido bloqueado. Sin respuesta ni más ni menos educada, la muy afable abogada optó por el menosprecio incongruente y un bloqueo. No sé lo que pasará por la cabeza para tan estrambótica incoherencia, pero en la mía no pude evitar la mala sorpresa que me había deparado dirigirme a la influencer de marras hablándole de la muerte de nuestros padres. Otro influencer más.¿A qué viene ese desalmado desprecio?
En consecuencia, creo no merecer el insensible menosprecio de alguien que arbitraria y gratuitamente me ha juzgado por una inocua comunicación que incluía una mención a mi padre y a mi suegro, un menosprecio incomprensible, si no rastrero, quizá porque la señora cojea de la patita izquierda y debió indignarse con el enlace de El Correo de España tildado falsamente, ya sabemos de qué van estos tiempos de manipulación siniestra, de ultraderecha. Es por eso que me dirigí a la tal Begoña Gerpe tomando su impulso absurdo como un agravio a mi Padre ¿Quién era esa para menospreciar la tragedia que vivimos en el alma?¿Esa de vida fácil, en cuanto a la ausencia de verdadero sufrimiento, que aún tiene abuela? Aparentemente, representaba lo más granado de la insensibilidad y el desprecio por el drama del prójimo. Podía haberlo dejado pasar, pero no con el desprecio a nuestros Seres Queridos.
He llegado a pensar que puede tener contratado a alguien que lea los mensajes y decida por ella. Es tan inaudito el desprecio que cuesta creer su procedencia-dice ser una batalladora hecha a sí misma-cuando aparenta humanidad. De ser así,  sería lógico que se comunicara para aclarar un malentendido. Pero la apariencia es la que es: descarnada y arbitrariamente discriminatoria.
Como aborrezco las grandes y las pequeñas injusticias-que se lo pregunten a Luis María Anson, entre otros-en un comentario de un vídeo de YouTube, por la Memoria de mi Padre y de mi suegro, a quienes intentó despreciar expresamente, he escrito sin abstenerme de la indignación en la templanza, algo que reza más o menos así:
«Begoña Gerpe:
Se te escribe amable y brevemente para loar tu labor y alabar tu función social en estos momentos de tanta dificultad e incertidumbre sociopolítica. Se te comenta que somos damnificados mi mujer y yo por la tragedia provocada con la «plandemia» del Covid cuando el padre de mi mujer y el mío propio fueron asesinados, literal y protocolariamente en marzo y abril de 2020 . No solo no contestas sino, a saber lo que hay tras tu apariencia justiciera, que ¿además me bloqueas en Facebook?¿De qué estás hecha para obrar de ese incalificable modo cuando se dirigen con toda educación a ti? Quizá si hubiese ido con la intención de contratar tu despacho, habrías respondido diligente e interesadamente. Esa era la segunda intención. Pero prefiero que te desenmascares y que tú misma te coloques en el lugar que la vida te depara, quizá por ejercer la misma hipocresía que vehementemente criticas. No sabes lo que la siembra de la vida trae, todavía no a juzgar por tu comportamiento de indiferencia. Vale más el espíritu que dicta la palabra sincera que la oratoria carente de alma. Tu caso, Begoña Gerpe, y quizá haga pública y respetuosa carta abierta lamentando el oportunismo de los que ignoran las tragedias ajenas. Tú no has perdido todavía a tus Seres Queridos, pero con ese bloqueo por dirigirte un sucinto mensaje de apoyo profesional, has extraviado la mínima conciencia que un día te escocerá. De pena tu incoherente reacción. A mí ya no me engañas tras tu fachada discursiva. El desprecio al hablarte de mi padre, también de mi suegro, te califica. Tu insensibilidad es un fracaso de paradigma. Te deseo el éxito personal y profesional que tu honra, dignidad y moral merezcan, ni más ni menos y sin ánimo de que se te convierta en una maldición «.
Begoña Gerpe y su discurso inteligente es, como dice el título de este artículo, un mal necesario pero útil frente a los desmanes y majaderías del circo socialcomunista. Mejor que dure el engaño de la función social y demás expectativas patrióticas, aunque detrás de la apariencia se esconda algo más oscuro.