Ignacio Fernández Candela. Escritor.
Son ya muchos años desde que conozco a Enrique de Diego que he percibido cierta complementariedad en las ideas, la influencia de las suyas en mi pensamiento crítico y viceversa, como cuando después de una comunicación sobre el asesinato protocolario de mi padre y de mi suegro en marzo y abril del 2020, durante el apogeo de la demoníaca y artificiosa plandemia, avistó con apabullante lucidez la farsa humanitaria que condenaba a la muerte y a la enfermedad a millones de personas sometidas ante las estrategias rastreras del Nuevo Orden Mundial. De ahí su épico batallar que ha redundado en la advertencia sobre las denominadas timovacunas, hoy en declive como alarma social tomando el relevo la timo alarma climática que ha abocado a España, verbigracia, a acusar el desarrollo de una pobreza energética inducida. Y siempre con el respeto por las opiniones propias hemos debatido, incluso públicamente, sobre la conveniencia de la República o la continuidad de la Monarquía siendo de Diego pupilo repúblico-como así me lo puntualizaba durante nuestras largas conversaciones Antonio García Trevijano, allá por el 2013, cuando el jurista presumía de ser hacedor de república-, habida cuenta de los inciertos derroteros en que transcurren estas circunstancias políticas de acoso y derribo contra la dinastía borbónica por la que salí en defensa en el año 2017. Entonces, cuando Enrique y yo nos dedicamos a un respetuoso combate epistolar, no habían arreciado los ataques que han dejado en evidencia los golpistas propósitos del frentepopulismo sanchista.
En esa influencia de ideas y sabiendo él que, sin mucha esperanza, apoyo la labor institucional de VOX, la valentía de Ayuso y de otros pocos políticos conscientes de la alarmante deriva criminal de Pedro Sánchez y sus tabernarios socios, he leído su libro ¡No votes!, escrito para promover la abstención activa, e imbuido por esta semilla comprensible de resistencia e indignación, debo convenir en la sustancial reivindicación que reúne en esas letras la indignación silenciosa de la mayoría de la ciudadanía que no termina de cuajar en su propósito de la insurrección, el fin último de la efervescencia social contra toda tiranía. ¡No votes! es un ariete contra las grandes portadas de la perdición, como diría Jesús, un examen sucinto y exhaustivo de la aberración en lo nacional e internacional; reivindica la protesta hacia un quebrantamiento visceral del desorden establecido en estos tiempos de carácter apocalíptico que influyen en el próximo y holístico destino de la humanidad y, más concretamente, en una España intervenida y trampeada, atrapada en un sistema inestable con proyección de desintegración y sometimiento a maliciosas influencias que van más allá de la afinidad política, denunciando las limitaciones de esa política en descomposición para inspirar un orden propio del colectivo ciudadano, el conjunto perjudicado que ha de despertar ante las rutinas impuestas de la destrucción integral. Es Enrique de Diego un idealista con sentido de emergencia, ese sentido apriorístico que madura a marchas forzadas lo ideal para adoptarlo como acción inmediata. España se encuentra en ese ámbito de urgencia para evitar un previsible colapso institucional.
Para Enrique de Diego no existe otra alternativa que la abstención activa como preludio de la revolución de las clases medias, una insurrección electoral a corto plazo, con las elecciones Municipales, Autonómicas y Generales en la perspectiva de una resistencia práctica que rehúya de los dictámenes de una clase política alejada de las necesidades del pueblo.
Sabiendo Enrique de Diego sobre mis preferencias en el método electoral para expulsar democráticamente a los criminales responsables del deterioro de nuestros derechos elementales, con la destrucción de nuestros antaños equilibrios entre derechos y deberes, puso sobre mis manos un libro que es toda una guía para romper con la corrupción política que, en mayor o menor medida, impera en un sistema obsoleto cuya falta de innovación y reposición nos ha conducido a una irrefrenable vorágine de corruptelas. Bienvenidas sean las ideas taxativas frente a una realidad inconcluyente. ¡No votes! tiene su razón de ser aunque se conserven las esperanzas en el voto. Que no digan que no fuimos advertidos si todo lo demás fracasa.