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Carta del Editor: La medicina homicida y la farmacología inútil

Redacción




Enrique de Diego.

En el magnífico relato que hace de su lucha por la vida y de su engaño en el libro «Soy Johana: mi testimonio» la escena que me causa más escalofríos es cuando, una vez puesto el veneno letal de AstraZeneca, consulta a su médico de cabecera y le quita todas las dudas: AstraZeneca, no, porque ya te ha producido un sangrado, pero la Pfizer sí, precisamente porque estás muy débil, pare evitar contagiarse por un lado y así me quitaba del medio este tema, como ya la tengo puesta y zanjamos. Hubiera sido mejor que hubiera consultado con un electricista o un fontanero, o con un técnico en lavadoras. Abruma la supina ignorancia del personaje, la sumisión a sus mandos políticos, la repetición como un loro a la propaganda, eso de la Pfizer es la buena, y la extraordinaria frivolidad de la que da muestras: así zanjamos. La combinación de timo vacunas es una de las decisiones más perniciosas y letales. Me da suma alegría que Johana está teniendo una tenue pero sostenida recuperación con un médico de la Medicina integrativa y un quiropráctico. No sé porque les llaman medicinas alternativas cuando son las únicas medicinas que curan, que sanan, las únicas medicinas.

La participación del mundo sanitario ha sido estelar en el genocidio perpetrado por las élites y los políticos, difundido el clima de terror por los medios inmundos de comunicación. Hay que extraer lecciones con todas las consecuencias y sin medias tintas. Sólo unos pocos Médicos por la Verdad han dado la cara y han sido perseguidos con saña por ello. Los hospitales se han convertido en auténticos campos de exterminio, extendidos a los vacunómetros, donde una legión de enfermeras indignas han actuado de forma contraria a todo lo que les han enseñado, sin consentimiento informado y sin ningún respeto al código de Nuremberg. A éste estado de cosas se ha llegado mediante una degradación de décadas en la que la infame profesión médica ha degenerado al máximo mediante el olvido del juramento hipocrático y eso de que el médico no hará daño. La cultura de la muerte se ha adueñado de nuestros hospitales que la administran sin rubor practicando el aborto, la eutanasia y la sedación.

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La medicina se ha tornado homicida y por esa senda ha llegado al genocidio. Es una gran mentira. La medicina alópata no cura nada, sólo hace dependientes a los enfermos de medicamentos, que si se leen los prospectos no los tomaría nadie. El negocio se entiende a las farmacias dispensadores de muerte y de mentira. Todo ello alimentado por visitadores médicos que llevan a cabo una función corrupta. Los médicos han devenido en matarifes. La alopatía es un error de raíz, que ha olvidado que quien está enfermo es el hombre, dotado de alma y cuerpo. Ha habido avances en cirugía, en anestesia y los antibióticos. Todo lo demás es un negocio con el dolor y la muerte, que obligara a expulsar a casi todos los médicos de la carrera y cerrar todas las farmacias.

Sólo unos pocos, un puñado se han rebelado contra esta situación y practican la homeopatía, el naturismo, la acupuntura, la quiropráctica, la osteopatía…arrastrando el ostracismo y el desprestigio social, cuando son ellos los que salvarán el mundo y la humanidad doliente. Suele aducirse el incremento de la esperanza de vida pero eso se debe a la mejora en la higiene y en la alimentación. Lo que llaman medicina sabe de diagnósticos pero es asesina y de esa forma ha llegado a participar complaciente o silente en un genocidio, que clama contra toda la profesión médica y los farmacéuticos.