Enrique de Diego.
Ha empezado una campaña insidiosa según la cual Giorgia Meloni se «ha moderado», abandona o maquilla las posiciones euroescépticas, ya no es de ultraderecha sino posfascista. El gallinero de los medios trata de que Giorgia Meloni acepte el consenso suicida, se amolde y compadree, sólo así contará con el respaldo de esos medios de voz única, las que les marcan Black Rock y Vanguard. Sucede siempre, nada nuevo bajo el sol, cuando el sistema de las élites sufre un auténtico descalabro y últimamente son muchos.
Desde luego la Meloni si se modera, si resulta aceptable para las élites y para Bruselas, dominada por aquellas a cambio de corrupción, será el final seguro de Meloni, su hundimiento en la inanidad y la inoperancia, en un momento en que es fundamental luchar por la supervivencia y exigir responsabilidades a personajillos como Mario Draghi, que ha asestado golpes genocidas a la sociedad italiana. Juzgar a Draghi es la piedra de tope para Meloni.
Su intervención institucional suena a retórica hueca: «Esta es la hora de la responsabilidad, si queremos hacer historia. Italia nos ha elegido y no la traicionaremos. Si hemos sido llamados a gobernar, lo haremos para todos los italianos con el objetivo de unir a este pueblo, de realzar lo que lo une y no lo que lo divide».
Los globalistas deben ser combatidos sin tregua y sin piedad, el nuevo orden mundial debe ser derribado y reducido a pavesas. Esa nuevo orden mundial, esa agenda 2030 con que, en palabras de Meloni, los malditos y malvados globalistas “atacan la identidad nacional, atacan la identidad religiosa, atacan la identidad de género, atacan la identidad familiar”.
Un pequeño partido, que obtuvo el 4,2 de los sufragios en los pasados comicios, se ha alzado con una victoria rotunda, y conviene no equivocar el tiro ni rebajar el espíritu de lucha porque, vuelvo a citar a la Meloni, “nuestro principal enemigo hoy es la deriva globalista de quienes ven la identidad y todas sus formas como un mal a vencer. Y pedir constantemente que se desplace el poder real del pueblo a entidades supernacionales encabezadas por élites supuestamente ilustradas».
“Seamos claros porque no luchamos contra el comunismo y lo derrotamos para reemplazarlo con un nuevo régimen internacional, sino para permitir que los estados independientes una vez más defiendan la libertad, la identidad y la soberanía de sus pueblos”.
Ursula von der Leyen ha presumido de que tiene instrumentos para disciplinar a Italia, como ha hecho con Hungría y Polonia. ¿Quién teme a la ultra corrupta Ursula, el brazo tonto de Pfizer, la que iba a liderar la timo vacunación obligatoria, la que iba a imponer el pasaporte covid sin el que nadie se podía mover? Italia es la tercera economía de la Unión Europea, es Ursula y su anti democrático engranaje los que dependen de Italia y no al revés. El aborto debe ser combatido y proscrito, la sodomía debe dejar de ser agresiva, Rusia ha de dejar de ser el enemigo si queremos que la vieja Europa sobreviva. Meloni tiene una tarea dura por realizar, justo la contraria que le dibujan los gastados y desacreditados sembradores de odio. Los empleos han de ser devueltos a quienes lo perdieron por su decisión sensata y heroica de no timo vacunarse, de no suicidarse, y deben pagar por sus actos los criminales. Sólo así podrá revivir Italia.