Enrique de Diego.
Votar, en estas condiciones, es un acto de indignidad supina. La sociedad española es objeto de un ataque sin precedentes, perpetrado por todos los partidos políticos al unísono. Las cifras de la masacre de compatriotas es ya brutal: 148.126, cifra resultante de los 113.000 mayores que fueron asesinados con malos tratamientos, como morfina o redemsivir, y las terribles intubaciones, y los 35.123 de sobremortalidad, que la nauseabunda prensa lacaya trata de presentar como un misterio, como si no supiéramos que lo único que se ha producido es un proceso de timo vacunación masiva, la única cosa que lo puede justificar.
A ello se suma las pésimas perspectivas económicas, con las pensiones en la cuerda floja, los precios de las energía y los combustibles, y una inflación desbocada, en un panorama terrorífico provocado por la casta parasitaria, que ha provocado la crisis económica, pero que a ella no le afecta.
El Gobierno debe ser derrocado, pero también la oposición. Todo el sistema, eso que se llama el régimen del 78, nos ha llevado al desastre desde un punto de partida sin deuda pública. La disputa entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoó son los juegos del hambre para los españoles. Feijoó era partidario de la timo vacunación obligatoria y del pasaporte covid. Hizo la vida imposible a los gallegos y quería hacérselo a todos los españoles.
No votar, la abstención activa es un imperativo ético de dignidad y rearme moral, para ajustarle las cuentas a todos los criminales contra la Humanidad. No votar, la abstención activa es un grito de rebelión contra la casta parasitaria; es la insurrección contra el sistema que no nos representa, que sólo representa a las cúpulocracias partidarias. No votar es la única opción posible de cambiar las cosas que nos llevan a la catástrofe y al hambre.
Esta vez hay que conjurarse, con tiempo, y hacer campaña por la abstención activa, que ha sido ya muy llamativa en los comicios recientes, con pasión, con determinación, difundiendo ese estadio entre familiares y amigos, hasta conquistar la opinión pública, y se consiga que no vote nadie, el menor número de gente posible. Acabemos con la mentira antes de que ésta acabe con nosotros. ¡NO VOTES!