Enrique de Diego.
He pensado mucho en escribirte, porque te estás convirtiendo en algo así como el tonto del pueblo y te has convertido en una ruina humana y vas cada vez a peor; ya tienes problemas en el 80% de tu cuerpo, mueves torpemente la cabeza, voluminosa, pues te deben haber inflado a cortisona, y los brazos y te mueves, poco, ayudado con un andador. En tales condiciones, produces pena y conmiseración, y estás más para encomendar tu alma, para ponerla en paz con Dios, puesto que está allá, para que engañarte y engañarnos, con un pie en el estribo, casi con los dos. Pero ya se sabe que cuando un tonto coge la linde no la suelta y tú, es obvio, no la sueltas. Estás bajo el síndrome de la UCI, bajo las torturas que allí se someten, y tú has confesado que deseaste morir. «Pensé que habían pasado cinco días, como un pequeño desmayo y cuando me desperté el veintitantos de enero. Me quedé acojonado«. Y: «Vives un mundo extrañísimo que tiene puntos en común con la realidad y se pasa muy mal porque no controlas».
Pero te has rehecho un pelín, y bajo tal síndrome has tenido la desvergüenza de evacuar, garbancero, que los no timo vacunados no sabemos salir a la calle, cuando es claro que eres un mal ejemplo, te pongas como te pongas. «Que les den, debe ser gente que no sabe ni salir a la calle, cortos mentales».
Eres la peor publicidad para el potingue, para el brebaje letal y corrosivo, pues estás hasta las cejas de proteína Spike, pero claro, eres un humorista, dotado para la comedia, pero no te das cuenta que vives una tragedia, que eres una víctima, imbécil, que no sabes establecer las mínimas relaciones causa-efecto, de la codicia genocida de la big pharma, un pobre pelele, un guiñapo proclamando tus carencias y mostrando tus úlceras.
En otros tiempos, se dictaban pragmáticas sobre o contra los titiriteros, no se permitía acampar en el núcleo urbano, y las gentes decentes ponían a buen recaudo las gallinas; en estos tiempos sombríos, y tenebrosos, opináis de todo y os habéis convertido en objeto de emulación. y en nuevo clérigos de una religión sin sustancia ni contenido. El lector valorará qué tiempos eran más razonables. Un personaje como tú, mejor estaría calladito y reconociendo sus errores. Pero es pedirte demasiado.