Enrique de Diego.
Losantos, en su mentecata prepotencia, nos retó: habían ido a por él, Juan Carlos, Alberto Ruiz-Gallardón, Mariano Rajoy, así que le daba lo mismo, que se dieran de baja del Club Libertad Digital. Hoy está prácticamente eliminado. Parecía una fortaleza que imponía su criterio, o su falta de criterio, a un sector de la opinión pública. Luis del Pino se dedicaba a bloquear y nos despreciaba. ¿Quién es hoy Luis del Timo? Otro vacunazi como Juan Luis Steegmann dicen que ha sido apartado por su partido.
Son tres ejemplos que muestran el poder creciente de la resistencia. Después de las manifestaciones del 11 de diciembre, exitosas todas, nutridas de gente, ya nadie puede sentirse solo porque no lo está, y si intentan, como están haciendo, pisotearle deben los poderes públicos tener una respuesta contundente de desobediencia civil en grupo, en masa.
Los medios de prostitución están dando una visión errónea de lo que pasa en Europa, donde la resistencia es creciente y no se arredra ante la brutalidad policial o adopta forma de lucha partisana. Hemos de tomar ejemplo. Liberum y Eleuteria están dando la batalla judicial, muchas veces con éxitos parciales, pero la guerra que nos han declarado se gana en la calle. La resistencia tiene un poder creciente que debe ejercer. Diez partisanos con megáfono, como hace un padre cordobés, en cada ciudad española contando la verdad de lo que está ocurriendo combatirían la propaganda de las televisiones y cambiarían el ambiente.
Las restricciones deben ser combatidas. Los no pinchados son las únicas personas sanas. Todos los demás están infectados. No tiene sentido que se nos impongan restricciones con el pase covid. Grupos numerosos deben hacer posible que esas restricciones se acaben, deben conseguir que el pasaporte demencial sea eliminado. La resistencia no ha de tener una mentalidad de víctima sino pasar ala contraofensiva, como sucede en otros países. No debe perderse en otros debates, sino ir a lo esencial. Hay muchas acciones que pueden hacerse: sentadas ante los vacunómetros de los niños para impedir su sacrificio. Invadir restaurantes. Y muchas más, para combatir el totalitarismo atroz que se nos quiere imponer sin sentido alguno.
El objetivo final es derrocar al Gobierno y al sistema. Debemos ejercer nuestro poder creciente.