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Ciudadanos y políticos patriotas contra Biden

Redacción




Mike Sala

Cuando Mitt Romney dijo a un periodista de Fox hace unos meses que si Donald Trump se presentaba a las primarias republicanas ganaría sobradamente, no solo estaba compartiendo su personal opinión sino la de una gran mayoría de republicanos encuestados en más de 30 estados de la Unión. Sinceras declaraciones de Romney, uno de los 7 republicanos que traicionaron a Trump y a su partido a favor de Joe Biden desde el minuto uno tras cerrarse los colegios electorales en las presidenciales de noviembre de 2020. De hecho, en las últimas encuestas en el estado de Florida para las primarias republicanas, Trump aventaja 70 a 20 con un 10 de indecisos a Ron Desantis, el actual gobernador republicano del estado, quien goza de una alta aceptación.  Aún con todo… muchos se preguntan si Donald Trump se presentará a las primarias republicanas para postularse como candidato a la presidencia contra los demócratas. Porque una cosa es lo que se desea, y otra, a veces muy distinta, es la que nos vaya a deparar el futuro.

El Partido Demócrata, y entendamos por esto a los líderes y personajes más significativos de la cosa, anda con ataque de ansiedad ante la posibilidad de que Trump gane las primarias republicanas y se postule a la Casa Blanca. Las encuestas que manejan en la oficina oval, encargadas a Gallup entre otras agencias de encuestación, arrojan resultados muy claros a fecha de hoy. La popularidad de Trump no ha decaído, en algunos territorios se ha incrementado, las concentraciones que ha convocado son multitudinarias, y crece la sensación, mejor la certeza, entre la ciudadanía de que Joe Biden no sabe siempre en qué fecha vive ni tiene claro el guion marcado por la agenda globalista que debe repetir en cada aparición pública. O dicho con otras palabras, en demasiadas ocasiones parece que en el interior de la cabeza de Biden no hay nadie al volante.

A todo lo anterior habría que sumar otros ingredientes que reforzarían la teoría del desencanto de un amplio sector de votantes demócratas hacia el gobierno Biden/Harris. Ciertos poderosos colectivos, como los LGTB y los BLM, reprochan al gobierno demócrata que no esté cumpliendo sus promesas electorales con la celeridad que desearían. Una celeridad quizás provocada por el muy posible escenario de una victoria holgada de los republicanos en las elecciones de MidTerm para el senado que podría afianzar el poder republicano necesario para hacer oposición a la disparatada agenda del perturbado Biden.

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He escuchado en algún podcast, e incluso Glenn Beck y otros comunicadores hacían alguna referencia también, cómo esa agenda globalista que llevó al poder a Joe Biden encuentra verdaderos problemas para lograr en Estados Unidos lo que casi tiene conseguido al 100% en otros países como España, que no es otra cosa que los ciudadanos sean indiferentes unos, y abiertamente antagonistas otros, a los  principios de nación, de convivencia y de patriotismo. Principios sin los cuales cualquier país es inviable socialmente y solo puede mantenerse mediante la dictadura devenida a tiranía.

Entre la población americana queda aún demasiado patriota para el gusto de los demócratas progresivamente convertidos al socialismo. Hechos como el de una actividad deportiva infantil en la que, a su comienzo, los organizadores avisan al público que no se va a cantar el himno nacional y éste les increpa, se levanta y canta el himno, no son aislados.

 

Que al gobernador de Texas le importe un majestuoso pimiento que el Departamento de Justicia demande al Gran Estado de Texas por su desobediencia en cumplir iniciativas del Gobierno Federal socialista respecto a abrir las puertas de la frontera con el Río Grande para dejar pasar a decenas de miles de inmigrantes ilegales, revela que la resistencia no solo se halla en el pueblo; también en las instituciones que deciden salvaguardar los intereses nacionales en contra de quienes quieren convertir a Estados Unidos en una copia transatlántica de la débil, afeminada y enloquecida Europa.

Que comunicadores como Bill Maher hablen abiertamente contra quienes han pretendido convertir los Juegos Olímpicos en una permanente ceremonia de afirmación progre, consiguiendo no otra cosa que millones de americanos hayan dejado de verlos por televisión, indica claramente que aún hay medios de comunicación dispuestos a presentar batalla contra el progresismo imperante que contamina todo lo que toca con sus consignas estalinistas de “cancelación cultural” y “despertar racial”. Para la NBC, por ejemplo, la ceremonia de apertura de los juegos supuso un 43% menos de audiencia que la de los juegos celebrados en Río de Janeiro, demostrando una vez más, que el progresismo forzado y mantenido a base de conflicto y victimismo no provoca más que pérdidas económicas y división social.

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Y que cada vez más norteamericanos se cuestionen, especialmente en ciertos estados, que la Covid, los confinamientos, las vacunas y las constantemente cambiantes versiones oficiales sobre quién contagia y quien no, tienen mucho de farsa, mucho de ingeniería social y mucho de estrategia de agenda globalista, lo  que pone de manifiesto, junto con todo lo anterior, que el globalismo impulsado por las élites no lo está teniendo tan fácil como en España y otras naciones de Hispanoamérica donde sus maniobras han tumbado gobiernos, han introducido el aborto y la agenda LGTB como entraría un elefante en una tienda de vajillas, y donde la Big Pharma campa a sus anchas con el beneplácito de los políticos.

La forma de entender la vida y la capacidad de tener esperanza es muy distinta entre unas naciones y otras. Mientras unas salen a la calle a protestar por el abuso contra las libertades más elementales, otras responden tímidamente por haber sido educadas en el miedo al estado, la reverencia al funcionario, y la admiración al delincuente de guante blanco. De las primeras podemos aprender que ante lo peor y los peores se puede resistir. De otras, deberíamos desechar de una buena vez la heredada actitud de inclinar la cabeza ante el poder, aunque esa sumisión se disimule aplaudiendo desde las terrazas a las 8 de la noche.