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Reality show: La locura genocida. Sólo los Amish no conocen el coronavirus, porque no tienen televisión

Redacción




Enrique de Diego.

De pronto, el mundo ha enloquecido. Ciertamente, los males vienen de hace tiempo; nada funciona como es debido, con el orden natural de las cosas, la educación como adoctrinamiento, de donde se ha abjurado de la funesta manía de pensar, el pan y circo y televisión; desde hace tiempo, el inicio nos llevaría a un debate circular, se ha permitido todo vicio y cualquier aberración, especialmente el aborto que está el origen de todos los males; todo es relativo, nada es verdad ni es mentira, luego la mentira triunfa pues no es penalizada y se enseñorea del ambiente. Los gays son firmemente partidarios de la timo vacunación, salvo Miguel Bosé. Están llamados a desaparecer.

Satanás primero te miente, luego te destruye. Tras décadas de falta de autodisciplina ha empezado la autodestrucción, porque lo curioso es que se hace voluntariamente. en medio del miedo más abyecto y la más execrable frivolidad, de la servidumbre voluntaria más lacaya. Las gentes parecen confiar en el Estado, de esa forma las plantillas de la Guardia Civil, del Cuerpo Nacional de Policía y de las Fuerzas Armadas se han pinchado como una especie de suicidio asistido; también el sector de la enseñanza y, colaborador necesario en el genocidio, el sector sanitario en bloque.

El reality show, los juegos del pinchazo, donde no hay premio, solo muerte ignominiosa, tiene lugar a nivel planetario. Una locura genocida recorre el planeta. Israel timo vacuna por miedo al Holocausto, y se ha metido a sí mismo en un exterminio; las Islas Seychelles por miedo a perder el turismo; todos los tiranos salen del armario, acicateados por la deuda que les ha quitado soberanía, en la República Dominica, Luis Abinader, en Chile, Sebastián Piñera, en Filipinas, Duarte se muestra dispuesto a pegar patadas en el culo y obligar a timo vacunarse; por todas partes, se descubre el mismo semblante atroz del autoritario, en todos las naciones el mismo resultado, «a la vacunación siguen las variantes», sigue la muerte, en Chile, donde van entrando en el invierno, el 61% de los muertos son mayores de 70 años, todos ellos timo vacunados; en Israel, se demuestra que los timo vacunados está indefensos, hasta 8 veces más que los no vacunados, en todas las partes los supervivientes.

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Hasta en Mongolia, donde no había COVID, las autoridades les ha entrado la timo vacunación y se han disparado los muertos, al igual que en las Islas Seychelles. No se extraen las lecciones lógicas de los hechos, pues los hechos no importan, en este naufragio general de la lógica, pues se extraería la conclusión de que se frenaría la vacunación masiva, como ha pedido el virólogo Geert Vandem Bossche. Las democracias están fracasando estrepitosamente en un mar de histeria y propaganda, donde la verdad, la ciencia, el método prueba-error y la humildad del racionalismo crítico han desaparecido.

Alentados por las televisiones, todas ellas en manos del enemigo de la especie humana, los hombre se encaminan al matadero y actúan de linchadores vocacionales. Todo se mueve al ritmo goebbelsiano de una propaganda infame movidos por los hilos de la genocida OMS:

  1. primero se produjo un genocidio protocolario de los ancianos, matándoles con respiradores y con sedación. Hace tiempo que el colectivo médico hizo mangas y capirotes del juramento hipocrático y la cultura de la muerte hizo su siega sobre todo principio moral.
  2. Luego se tomaron medidas a cual más absurda y medieval, desde el confinamiento más brutal hasta las PCR, parecidas a las escopetas de feria, y las mascarillas, los bozales, que sólo sirven para deteriorar el sistema inmunológico.
  3. Y todo encaminado a la carrera frenética de las timo vacunas, ese «milagro» del capitalismo, como las ha bautizado el analfabeto funcional de Federico Jiménez Losantos.

Las poblaciones, llevadas a la ruina y a la angustia, con el miedo aullando, están bien dispuestas a inmolarse ante la enfermera con la jeringuilla. No hay contrapoderes ni controles. La EMA es de las farmacéuticas, un títere de ellas, su Presupuesto depende en el 90% de ellas, su directora ejecutiva, Emer Coorke, no es otra cosa que la zorra cuidando el gallinero, así tiene una respuesta corta para los servicios de propaganda: los trombos de AstraZeneca son perjuicios menores de los beneficios, hasta que la empresa ha reconocido su fracaso. Los partidos, todos, no nos queda nadie, participan del consenso de la histeria. Para viajar, para irse de vacaciones, se precisa un pasaporte COVID. Las poblaciones semejan escolares a los que se ha dado recreo, al rico pinchazo.

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La imaginación no acaba de comprender el genocidio planetario al que están siendo sometidas, la brutal reducción de población asumida por sus dirigentes sin conciencia y sin escrúpulos morales. Se miente siempre, por costumbre, los muertos en Reino Unido por la variante Delta estaban «inmunizados»: el 45% les había sido administrada una sola dosis, el 27% estaba completamente «inmunizados»; no inmunizados no estaban, más bien expuestos. El sistema empieza sus mentiras con la semántica. La razón fallece ante el gregarismo, lo llaman mendazmente «inmunidad de rebaño».

El hombre, alejado de Dios, hace todo el daño posible al hombre por codicia y poder. No hay más valor que el dinero. El hombre se ensaña con los niños. Dijo Jesucristo que el que se atreva a tocar a uno de estos pequeños más le valiera atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al mar. Y advierte: «Tened cuidado». Pero la locura no conoce límites, no se para en barras. La locura genocida sacude al mundo como una histeria colectiva a lomos de la servidumbre voluntaria.

Sólo los Amish no conocen el coronavirus: Ellos no tienen y no ven televisión, no participan en el reality show.