Ignacio Fernández Candela.
Pablo Casado aún no lo sabe, es un cadáver, político, un genio de la tibieza, un muerto andante y oscilante, la traición al electorado le costará el puesto y la cabeza alta, humillado. Tanta ambición en el empeño para acabar fracasado, miserablemente. Los aplausos del gallinero pepero no le dejan oír de la calle los abucheos, el mayúsculo cabreo de los que defraudados miran otros lares ideológicos.
Con el tiempo se le ha puesto cara de panoli por chapucero pero, sobre todo, de traicionero que arrimado al doctor cum fraude buscó el trapicheo soñando con un sorpasso que lo lleve a La Moncloa. Pero los enanos le crecen en el circo montado a costa de los devaneos oportunistas que terminaron descalabrando al antes pujante partido naranja. Lleva los mismos derroteros con el agravante de malgastar una mayoría absoluta sin desmontar el chiringuito socialista que hoy arrasa España.
Aspiraba a escalar alto pero con esa jeta de pazguato, por tibio, la dimisión, si tiene vergüenza, es lo que le espera por no reflexionar sobre los impulsos veletas. Cómplice de Bildu y los podemitas, si tercia, se le ven las ganas de llegar a la poltrona del gobierno como sea y encima lo declara en público como si contara, acaso, con el beneplácito de quienes jamás volverán a apostar por él. De ser decente no habría defraudado a la gente que confió: el electorado restado que para las próximas elecciones, si no ayuda el pucherazo, minorará la fuerza de los escaños y a los pocos que resten los mandarán al limbo.
Ademas, los de Abascal no perdonarán las maniobras rastreras del fracasado para atacar a VOX usando de ariete las izquierdas y aplaudir con los enemigos de la Constitución. Y en esa estamos con reacciones obligadas después de mover ficha en la moción de censura que delató las oscuras intenciones de un aliado que nunca lo fue, salvo para intentar recabar votos del centro derecha.
Un PP escorado a la siniestra parece encontrar más afinidades con Pedro Sánchez hasta que descubren las estratagemas para aprovecharse de las ganas de La Moncloa que impulsan irreflexivamente a un Pablo Casado instintivo y depredador si se da el caso. Celos le reconcomen al inútil líder de la oposición venido a menos y cuyo valor político vale un carajo. Sin palabra, sin confianza que valga y esperando favores de la siniestra-bajo cayó como Arrimadas-,el del pepé se juega desaparecer sin dejar rastro. La oportunidad está perdida y la cara endurecida, Pablo es más condescendiente buscando la presidencia que… jamás alcanzará por depender de cálculos que lo mandarán a hacer gárgaras. Mal consejo son la soberbia y el oportunismo en el peor momento en que los españoles braman indignados del percal popular. Ya le acucian las críticas internas que podrían derivar en un asalto al liderazgo, porque la supervivencia del PP estriba en el sostenimiento de un Casado amortizado, como para seguir porfiando por una carrera presidencial de antemano perdida.
Renovarse o sucumbir es el dilema con un candidato sin credibilidad ni potencial electoral. Veremos si reaccionan los capacitados para tomar el testigo-francamente difícil encontrar voluntarios-si acaso se pueden salvar los muebles de una mudanza de mayor calado que la de la sede en Génova. Se prevén, tormenta a la intemperie, chuzos de punta.