Ignacio Fernández Candela.
No calumnio ni injurio cuando con indignación asertiva acuso a Sánchez e Iglesias de maniobras genocidas, con la vivida pesadilla del asesinato de mi Padre y mi Suegro a causa de protocolos de eutanasia practicados contra decenas de miles de inocentes. Ahora que el socialismo residual de lo honrado pide el cese del bolivariano, reivindico el derecho a la Justicia que supondría ver desaforado al causante mayor de la tragedia que aprovechó la pandemia para beneficiarse con un rédito político propio del nazismo y del comunismo, como lacras históricas cuyas premisas de exterminio se han copiado en estas circunstancias.
Mi Padre a diferencia del otro padre, el de influencias terroristas, fue persona honorable y entregada a su prójimo sin verse tentado por dispendios de influencia criminal. El solapamiento de un crimen de lesa humanidad que sume en el más vil de los engaños a España, no obsta para reivindicar la Justicia que hoy por hoy los tribunales niegan a los damnificados.
Es cuestión de tiempo que esta farsa del desgobierno criminal no entre por el embudo del sentido común del que parece carecer el conjunto social e institucional de España. Luego llegará el llanto y crujir de dientes con únicos responsables que han de pagar la eterna deuda contraída por un masivo asesinato con el fin de obtener rédito político. Han quedado al descubierto las trampas continuas de quienes mataron a nuestros padres y pretenden destruir la paz social en una satánica huida hacia adelante. La Justicia debe decir basta enjuiciando a los promotores de la destrucción.