Ignacio Fernández Candela.
Amado y extrañado Papá:
Hoy mostraré lo sumergido y no la punta del iceberg visible de mi razón de ser y que tú bien conocías: la vida es apariencia. La noción de lo espiritual, su misterio permanente con la promesa de que un día iluminará el mundo, no es casualidad. Todo está atado y bien atado en el Cielo y sobre la tierra. Nada queda al azar.
Los poderosos del mal en el mundo están disimulando que están cercados y se les está combatiendo definitivamente. Dios es el Alfa y el Omega. No hay espacio para el mal, salvo el espejismo que cree ocupar.
El mundo, la vida terrena rodeada de infinitos universos en expansión, es solo un simulador donde pasa inadvertido para la ignorante grandeza de las ambiciones efímeras, polvo somos y en polvo nos convertimos, lo más importante como la sencillez del corazón, la siembra de las buenas obras y el regreso del hijo pródigo con el final de este grotesco estado material al que obliga la medida existencia. Nada queda al azar para un plan divino donde todos somos conocidos, contado hasta el último cabello de nuestras cabezas. Un simulador donde la vida es muerte y la apariencia de la muerte la verdadera vida. La resurrección de los muertos es el renacimiento de los que creen estar vivos. Este aparente galimatías es descifrable para aquellos que desligados del reflejo mundanal encuentran la verdad que los hace libres.
Un mensaje así, como decía Jesús, «hay que ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos» interior que lo da todo, solo es posible con un corazón y mentes redivivos, despiertos pese al inmenso dormitar de lo terreno. Y es así que vivimos los tiempos en que el odre viejo es retirado para que entre el vino nuevo que aprovecha.
Ese odre viejo está apoteósicamente desatado y lo representa este grandísimo Satanás de las corporaciones, políticos corruptos, organismos pútridos que han transigido con la influencia del Demonio, seres abyectos como codiciosos, el globalismo en alianza con el comunismo del que advertiría hasta la Virgen de Fátima.
Las señales de los tiempos han llegado. No es casualidad el aquellarre de un satanismo generalizado mediante la confusión. Apocalipsis significa Revelación de los misterios de Dios al mundo. No son complejos tejemanejes matemáticos o imposibles cuadraturas intelectuales del círculo vicioso de las creencias, dispares creencias religiosas. Todo está en cada uno porque es un Reino que no se busca en el laberíntico universo exterior. La representación de las dádivas divinas cuando se regresa de mente y corazón a la casa de un Padre todopoderoso que regala lo suyo.
Sí, Papá, Jesús daba gracias porque los misterios de Dios no se revelaban a sabios ni a discretos que buscarían usarlo en su propio beneficio, como los hipócritas y raza de víboras que gustan de los saludos en las plazas y los primeros sitios en los banquetes. El actual Vaticano es sospechoso de albergar al hipócrita Satanás.
El mal desenmascarado y combatido en este simulador donde las codicias de los intrigantes y minoritarios poderosos del averno terreno tiene destino de polvo. El odre viejo se pudre y está preparado el nuevo… Y el que pueda oír que oiga, no con las orejas del mundo sino con el oído del corazón. El trigo se aprovecha en la recogida y la cizaña se quema llegada la hora de recolectar. El que pueda oír que oiga, no con las orejas mundanales sino con el oído de la evolución espiritual largamente experimentada más allá de la conocida. Otros no.
Te Amo, Padre, Siempre.