Virginia Montes.
La excepción portuguesa ha pasado a mejor vida. André Ventura ha quedado tercero con el 11.,9% de los votos, casi a la parte que la socialista Ana Gomes y lejos del conservador Marcelo Revello de Sousa, con el 61% de los votos, mucho de los cuales irán Vegua! (Basta) en unas legislativas. Es una tendencia en toda Europa: la extrema derecha que llega. Marine Le Pen sale en las encuestas la primera de cara a la primera vuelta. Se supone que en la segunda tendrá que jugar contra todos, pero no hay una figura como Macron, ya muy gastado, gobernando con la música del programa electoral de Le Pen.
Por toda Europa, la extrema derecha se ve como una necesidad de supervivencia, tras cuarenta años de degradación de la corrección política. En España, de cara a las elecciones catalanas, Vos está ya en el sorpasso al PP y no es descartable que a Ciudadanos, cuyo desfonde se agrava por días e Inés Arrimadas está cada día más descentrada y presenta un candidato de estricta obediencia pero al que nadie conoce.
No ofende ya el apelativo de extrema derecha. La pretensión anatemizante ha tenido un efecto boomerang. Las poblaciones ven en la extrema derecha una tabla de salvación de su identidad, ante la política de inmigración globalista, ante la ausencia de fronteras, muy claro en Canarias. Ante el deterioro de la seguridad ciudadana y de la propiedad privada. El multiculturalismo es una patraña; nos prometieron el paraíso en la tierra y es el más estricto infierno, las políticas socialistas y conservadoras son, al final, la misma degradación.
Viene la extrema derecha, la cuestión es con qué fuerza, si conseguirá romper la pinza decadente de conservadores y socialistas. En Francia o gana la extrema derecha de Marine Le Pen o Francia está abocada a una guerra civil étnica y religiosa. Europa debe cambiar sus legislaciones o falta de legislaciones. Viene una ola de extrema derecha. Es necesaria y urgente.