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Elogio de la política de Donald Trump y dos errores subsanables con urgencia

Redacción




Virginia Montes.

Ni los mayores críticos, los globalistas, han sido capaces de poner en duda la exitosa política económica de Donald Trump, ni el orgullo de los estadounidenses de ir encaminados a hacer una América más grande, la MAGA de sus gorras. Cogió una nación que se desangraba en el empleo y en la riqueza nacional por la deslocalización, preferentemente hacia China, y le devolvió la autoestima. Su política económica ha beneficiado especialmente a las clases medias y trabajadoras.

Tomemos el producto interno bruto (PIB), una medida de la producción que es el criterio más común de los resultados económicos. De acuerdo con los datos oficiales, el crecimiento del PIB fue algo más rápido en 2017-2019 que en cualquiera de los dos mandatos de Barack Obama. Estados Unidos también tuvo un buen resultado en comparación a otros países. La economía mundial alcanzó su punto máximo en 2017. En 2018 se frenó, pero la estadounidense se aceleró. En 2019, también Estados Unidos se desaceleró, pero se mantuvo por delante de los demás países.

La suerte de los estadounidenses de clase trabajadora mejoró claramente en 2017-2019. La comparación de los ingresos familiares entre países es difícil, sobre todo en los últimos años. De todos modos, aunque hay cierta controversia sobre la fiabilidad de los datos correspondientes a 2019, año en que la pandemia ha dificultado a los investigadores la realización de encuestas, existen pruebas claras en Estados Unidos de una aceleración del crecimiento de la mediana de los ingresos familiares a partir de 2017 (véase el gráfico 7). La rigidez del mercado laboral también contribuyó a aumentar el crecimiento salarial de los estadounidenses peor pagados, comparados con los demás, en un grado que no se había visto desde la presidencia de Bill Clinton.

Estados Unidos es la economía del G-7 con mejores resultados en 2020, tal vez con diferencia. Justo antes de la pandemia, la economía estadounidense parecía ligeramente más fuerte que la de otros países ricos.

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Política exterior sin guerras absurdas

En política exterior, Donald Trump no ha metido a Estados Unidos en ninguna de las guerras absurdas -Somalia, Haití, Balcanes, Irak…- que serían para alimentar al complejo industrial militar. Al contrario, pacificó a la conflictiva Corea y no introdujo al mundo en experimentos nefastos como el de la primavera árabe, auténtica floración de los integrismos, llevada a cabo por Barack Obama.

Todo esto, ha hecho que en el peor de los escenarios haya sacado 10 millones de votos más que en las anteriores elecciones, y en el mejor, que no se ha querido investigar, sería el presidente electo. Nada de la derrota  abrumadora que señalaban las encuestas por 20 puntos; se lo deben hacer mirar las empresas sociológicas. A pesar de las pruebas abrumadoras del pucherazo, oficinas de recuento en las que se quedan solos los demócratas, y empiezan a sacar papeletas del senil sobón Biden, con vídeos, ¿cómo se demuestra un fraude electoral informático de las máquinas de Dominion y Smarmatic e Indra sino se permite investigar con el absurdo argumento del Tribunal Supremo de que se ha presentado demasiado tarde la denuncia, como sucedió con el Estado de Texas?

Una gran televisión

Pero ha cometido dos errores de bulto, fácilmente subsanables. Uno, es que ha contado con la inquina de los medios de comunicación, y especialmente de las televisiones, con un nivel de manipulación tan grosero como infantil, generando de él una parodia. Donald Trump tenía que haber puesto en marcha su propia TV. Fiarse de Fox News ha sido un error. Cuando se la ha necesitado, ha traicionado clamorosamente, quizás por indicación del Partido Republicano, que no se siente a gusto, el Estado profundo es transversal, con un antisistema. En Estados Unidos, hay una gran variedad de medios independientes y alternativos, pero es necesaria una potente televisión de ámbito nacional.

Censura y necesidad de redes alternativas

En la nación defensora de la libertad de expresión, se ha llegado al desquicie de que Twitter ha suspendido la cuenta de Donald Trump, con 88 millones de seguidores, tras concluir que existe riesgo de «incitar la violencia». Una simple excusa progre para dejarle sin voz. Desde hace cuatro años las redes sociales. Facebook, Instagram y Youtube, pusieron en marcha una discrecional censura, indicando lo que debe pensar o no la gente, que es el pensamiento único de izquierdas y del globalismo, permitiendo la delación, con formas inquisitoriales, en nombre de unas hipotéticas normas de comunidad, que han culminado con esa suspensión permanente, tras censurar tres tuits.

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Esa censura, de las que antes se mantenían neutrales, en el bien entendido caso de que la libertad de expresión la decide el mercado y que todos los usuarios contribuyen con su propiedad intelectual, viene siendo cercenado muy peligrosamente por prácticas de censura, como incitación al odio o la violencia, a veces sin explicación ninguna. Donald Trump podía haber puesto en marcha redes sociales alternativas a las que hubieran acudido inmediatamente millones de usuarios, dejando en ridículo a los progresistas sin progreso, en su intento de imponer sus delirantes tonterías y no fiarse de Twitter, ni de Instagram, ni de Facebook, ni de Youtube. Facebbok e Instagram han suspendido también sus cuentas mientras sea presidente. La necesidad de redes alterativas es urgente e imperiosa. O estamos en el Ministerio de la Verdad de George Orwell.

Las mentiras de George Soros y las élites, a las que sirven las redes sociales, su paranoia y del Partido Demócrata, que su lacayo, van a intentar, por todos los medios, meter en la cárcel a Donald Trump, como lo demuestra la bruja Nancy Pelosi pretendió la destitución por el traidor Mike Pence y el equipo de Gobierno, y la amenaza de un impeachment jugando con la mayoría en las dos cámaras, cuyo resultado, especialmente, en Georgia también está en entredicho.

Resolver estas dos cuestiones -una televisión y redes sociales alternativas- es de una necesidad imperiosa.