Enrique de Diego.
Era «una gran patriota», la ha definido su esposo, Aaron. Había servido a su Patria como veterana de la Fuerza Aérea, con 14 años de servicio a sus espaldas, en los que realizó cuatro despliegues y tuvo un «alto nivel» de acceso de seguridad. Su patriotismo estaba probado, combatiente en Irak, entre otros escenarios.
Desde cerca de San Diego, California, había ido a luchar por la democracia y la libertad, que para ella no eran palabras huecas, vacías, sino impulsos emocionales de carácter y dignidad. Así lo dejó escrito en un tuit: «Nada nos detendrá…. pueden intentarlo, pero la tormenta está aquí y descenderá sobre Washington DC en menos de 24 horas … de la oscuridad a la luz «. Era joven y risueña.
Facebook pone un mensaje absurdo respecto a la restricción de edad. Es la nueva forma de censura metódica y discrecional; los de izquierdas pueden mentir y decir las mayores salvajadas. Las imágenes sin duras. Un policía del Capitolio disparada a bocajarro a la patriota sin previo aviso, sin disparos al aire, a Ashli a dos metros de distancia, restalla el disparo que extiende la oscuridad sobre el mundo. Las imágenes, ya digo, son duras pero merecen verse en silencio de oración, como un homenaje. Nada que no puedan ver los niños en cualquier mierda de televisión a todas horas.
Ashli ha dado su vida por su Patria y por la libertad, consciente de que había un pucherazo que el Tribunal Supremo no se ha dignado ni investigar, en uno de los mayores escándalos del mundo. Ha sido asesinada por los enemigos internos de Estados Unidos. Con ella, han fallecido Benjamin Phillips, de 50 y de Ri (Pensilvania); Kevin Greeson, de 55 años, de Athens (Alabama); y Rosanne Boyland, de 34 años, de Kennesaw (Georgia), mártires de la libertad.
No iban a dar ningún golpe de Estado, ni a ninguna insurrección, como ha dicho el payaso sobón de Joe Biden, porque se lo han dicho sus amos que los diga, a cambio de impunidad para su corrupción familiar. Iban a reaccionar al peor golpe de Estado que se ha dado degradando a la mayor y más antigua democracia del mundo al nivel tercermundista de una república bananera. Ashli Babbit dio su vida por recuperar la democracia, por la luz. Su sacrificio no será en vano.