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Sólo una victoria de Trump puede evitar una guerra civil en un Estados Unidos fragmentado por el partido demócrata (1)

Redacción




Enrique de Diego.

Reportan que seis personas pertenecientes a una milicia han sido detenidos por el FBI. Tenían planes para secuestrar, y en su caso matar, a la gobernadora Demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer. Llevarían planeando el ataque desde principios de verano, habrían vigilado los movimientos de su casa de vacaciones tanto en agosto como en septiembre y planeaban secuestrarla antes de las elecciones. «En un momento, varios miembros empezaron a hablar sobre gobiernos estatales que creían que estaban violando la Constitución de Estados Unidos, incluida la gobernadora de Michigan Gretchen Whitmer». Una acusación muy grave para un parte de Estados Unidos que consideran autoritarias y lesivas para los derechos de las personas las medidas impuestas a la población por la gobernadora, y que motivaron la toma del Parlamento por personal armado -legalmente-, entre los cuales estaría uno de los ahora detenidos. Algunos medios de comunicación señalan que el objetivo final era provocar y extender un conflicto civil.

Nunca Estados Unidos había estado más fragmentado y dividido que estos momentos, por culpa del Partido Demócrata que lleva décadas practicando una estrategia globalista y de división de la sociedad americana en comunidades, compaginando el vicio y el asistencialismo. Aunque toda elección es en sí una confrontación civil, incluso en el lenguaje bélico de campaña, y la democracia puede ser descrito como esa lucha sin derramamiento de sangre, como hizo Karl R. Popper. Estados Unidos vive una oleada de conflictos raciales provocados por el movimiento Black Lives Matter, y alentado por el Partido Demócrata, que ha situado a una mujer, Kamala Harris, claramente alineada con el grupo para la vicepresidencia de Joe Biden.

Nada ejemplifica más la coalición de medios de comunicación autodenominados progresistas, George Soros, Bill Gates y las élites globalistas, intelectuales o culturetos de la costa Este y dadivoso asistencialismo con subvenciones a las llamadas minorías, que el término afroamericano, tan desafortunado y disgregador, en le fondo, tan absurdo, como veremos más adelante. Ni el odio que siente este submundo hacia Donald Trump que los continuos ataques de los medios de comunicación hasta provocar el asesinato. La nota la puso la CNN con un reportaje especulando con lo que sucedería si mataban a Trump el día de su toma de posesión. Al lado de esto palidece, la obsesión de Nancy Pelocy por provocar el impeachment del presidente por un extraño suceso en la lejana Ucrania, nación controlada por George Soros.

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Aunque la gota que desborda el vaso de la impostura y la inmoralidad es haber lanzado a la desesperada la pandemia del coronavirus o COVID-19 desde el Instituto Virológico de Wuhan, en donde tienen intereses Bill Gates y George Soros, por la tiranía comunista china, con el respaldo de la OMS, controlada por China y por Bill Gates, con un oscuro marxista genocida etíope en la presidencia.

El lema de Donald Trump, hacer de nuevo a América grande, hace referencia directa al «crisol de razas», que aún es el sueño de una Arcadia o una «ciudad sobre la colina» que es la fuerza motriz del llamado «cinturón de la Biblia». Donald Trump es un neoyorquino, magnífico empresario, que tras una vida de vicio, ha asentado la cabeza en el último tramo de su vida y se ha rebelado con la parodia destructiva que estaba organizando el Partido Demócrata, cuyo patriotismo no pasa de ser una pose, mientras sus ideas provocan la destrucción de Estados Unidos, su fragmentación étnica, en comunidades, de modo que nos hemos acostumbrado a analizar el voto con criterios raciales: las mujeres negras, la comunidad latina…que llevó en las anteriores a errores de bulto de meter en el mismo saco a los cubanos de Florida con guatemaltecos, mejicanos, colombianos, etc.

Por patriotismo, Trump se levantó contra esa degradación que había infectado también al Partido Republicano. Hay que recordar que se presentó como un outsider frente al aparato del partido y que la oposición, muy crispada y violenta, llegó hasta la primera jornada de la Convención. Ese supuesto consenso que representaba Bill Clinton, de aborto, promoción de la homosexualidad, fronteras abiertas a la inmigración, feminismo radical, sumisión a China y graves confrontaciones con Rusia en Oriente Medio, para provocar guerras que alimenten al complejo militar industrial, mantenido por los Bush, es el que ha roto Donald Trump dirigiéndose a la América profunda, para la que la religión es un hecho vivo, que rige sus vidas y las normas sociales, en la económico y en lo político. Frente a Sodoma que plantean como ideal bobalicón e imposible los Demócratas y que se predica con imposición totalitaria en las universidades atenazadas por groseros complejos de culpa, desde los púlpitos laicos de Harvard, Stanford, Berkeley…para los que sus compatriotas del «cinturón de la Biblia» son paletos resistentes a la buena nueva de los ungidos, cuando fueron los que acabaron con la esclavitud derramando generosamente su sangre.

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El Partido Demócrata ha profundizado en sus desvaríos satánicos y ha elegido a un católico de esos que son un descrédito para su confesión, Joé Biden, representante de la clase política norteamericana, funcionario del partido de toda la vida, gastado y decrépito, y con hijo corrupto.  Un hombre que se mueve en la ilógica lógica de Black lives matter, donde la Nación del Islam es dominante, y que trata de desproteger a la Policía y es incapaz de ver como ha crecido el racismo entre ciertos sectores negros, de modo que entrar en Harlem o en otro barrios negros es letal para un blanco, mientras al contrario es algo natural, que no produce episodios de violencia. Que tiene una historia, una narrativa de los Estados Unidos llena de condenas ucrónicas, que hacen imposible la convivencia porque carece de argamasa para la cohesión social.

Como un hombre providencial, contra esta decadencia se ha levantado como un titán Donald Trump, que volverá a ganar las elecciones, por el bien de todos, con datos económicos asombrosos y conectando con la clase trabajadora blanca, que anteriormente, cuando el Partido Demócrata no se había perdido en un magma de minorías, era su votante. El «crisol de razas» será el nuevo consenso en los próximos cuatro años, pues dos mandatos son decisivos para el cambio.