Enrique de Diego.
Eres una inútil, pero total, Isabel, Isabelita, te golpeas las manos la una contra la otra y no haces ningún ruido. Dices: «el confinamiento total no es posible, nos estamos arruinando». Y detrás de la mascarilla se adivina una sonrisa de telegenia. Tienes menos capacidad de liderazgo que un mosquito y además llevadas en la carne una garrapata que Ignacio PaniAguado. No dejarás nunca de ser la chica del twitter de Espe. No das para más. Mucha telegenia, mucha sonrisa impostada, aunque maldita la gracia, una chica mona pero no tienes carácter.
Anda que ves con Dios, pedir auxilio al presidente del Gobierno, implorar su ayuda, escenificar el beso de Judas y recibirle en Sol encantada de haberte conocido, cuando desde el primer momento ha volado los chuzos sobre ti y sobre la Comunidad de Madrid, del gran propagador de la pandemia que no cerró las fronteras cuando debió, ni las ha cerrado para los que se cuelan, y luego montó el aquelarre, la orgía del 8 M. Como movimiento táctico ha sido un completo desastre, Isabelita, madura. A los dos días el filósofo incompetente Salvador Illa te dice que «escuches a la ciencia», cuando se inventó el timo del tocomocho, el comité de científicos que nunca existió, todo lo más cuatro funcionaruchos de estricta observancia, y te pide, te exige, que confines Madrid. Te emplaza: «Esperamos que el emplazamiento sea atendido».
Llevan los medios de la izquierda, que son casi todos, señalándote a ti como la única culpable, que a alguien hay que colgarle los muertos; la izquierda da ruedas de prensa preparando el ambiente para una moción de censura y garrapato Ignacio PaniAguado, que es un traidor compulsivo, haciéndote la cama, que cada vez que habla lo hace con deslealtad e insidia. Vuelve Pedro Sánchez de vacaciones en La Mareta dispuesto a echar la culpa a las autonomías, o sea a ti, guapita de cara, te ha tocado, que la izquierda no soporta esta estaca clavada en su corazón. Si te lo dijo, te avisó Roberto Centeno: que convocaras elecciones anticipadas y enterraras con sus implantes capilares a Ignacio PaniAguado.
Aquí la disyuntiva es morir de coronavirus o morir de hambre. Ese besugo de gafas caídas que es Salvador Illa, acompañado de motero y surfista Fernando Simón, no entiende cuál es el dilema. ¡Qué Madrid se va a la mierda! ¡Qué la gente se va a echar a la calle en un segundo confinamiento! ¡Qué Madrid es mucho Madrid, es la locomotora económica de España! Y ya renquea y se va a parar. ¡Y a quién se le ocurre, Isabelita, meter al zorro en el gallinero de Sol! ¡Pardilla sonriente!
Pero esto ya supera el histérico esquema para hooligans irracionales de derecha e izquierda. Aquí toca elegir entre la psicosis sanitaria y la hambruna generalizada. Aquí no hay elección. Tiene que resonar el «no nos confinarán». Y con mucha fuerza. A este paso van a hundir las pensiones y los sueldos de los funcionarios van a valer una mierda. A este paso sólo van a funcionar La Sexta y Telecinco.
Aún recuerdo una escena en el autobús 27, que recorre toda la Castellana, al cargar en el Bernabeu, no pude más -habñia puesto en marcha la Plataforma de las Clases Medias, pues ya veía la que se avecinaba, la que nos venía encima, que ya ha llegado- y di el mitin improvisado y a voz en grito, pues el 27 es grande, les dije: «¿cuándo llegue el hambre os moveréis?» Se hizo un denso silencio. Y un futbolero contestó basta quedo: «cuando llegue el hambre ya nos moveremos». Homenaje a la imprevisión de un pueblo. Pues ya está llamando a la Puerta de Alcalá. ¡Madrileños, moveos! ¡Madrileños, luchad por vosotros y por vuestros hijos y por los hijos de vuestros hijos! ¡Que los matan de hambre! ¿Vais a dejar que cierren de nuevo bares y cafeterías, que paralicen de nuevo a las empresas, que manden a la ruina a trabajadores y autónomos? ¡Es qué no hay nadie con agallas! La sociedad civil ha de ser generada y deben surgir nuevos liderazgos.
Madrileños, ¡a las barricadas! Por menos que esto se montó el motín de Esquilache.