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Carmen Lomana: «Pablo Iglesias duerme en el Ministerio, en compañía de otros o solo»

Redacción




Luis Bru.

Carmen Lomana la soltó y la lió en Todo en mentira, de la Cuatro, «Pablo Iglesias duerme en el Ministerio, en compañía de otros o solo». Efectivamente, Pablo Iglesias tiene a su disposición en la Vicepresidencia Segunda, donde es desde febrero asesora Lilith Verstrynge, con quien podría mantener una relación no desmentida, una cómoda vivienda, donde, según diversas fuentes solventes, pasa etapas prolongadas.

Actualmente, Rambla Libre ha podido confirmar que Pablo Iglesias pasa el confinamiento en su casa de Galapagar, y en ese sentido ha hecho unas declaraciones en las que presume de mansión: «Yo tengo mucha suerte, tengo jardín en casa donde puedo sacar a mis hijos. Precisamente, por eso soy consciente de que millones de familias tienen a los niños en 40, 50 o 60 metros».

Reputadas periodistas del papel couché como Beatriz Cortázar también se han hecho eco de la noticia: “Se empieza a hablar de que él no vive en casa, que se ha cogido un apartamento del Ministerio… Ahí comienza el runrún hasta llegar a la hija de Vestrynge”. También María Palmero de Voz Pópuli afirma que «informaciones persistentes que circularon por algunos medios españoles» y «comenzó a circular por entornos políticos y profesionales hace un mes». Rambla Libre ha podido confirmar que por el Congreso de los Diputados el rumor de que no convive con Irene Montero existe desde hace cuatro meses.

Según esas fuentes, las dificultades en la pareja habrían comenzado en diciembre. Entonces, ¿qué haría Pablo Iglesias en Galapagar? Probablemente, mantener un ménage á trois, lo cual según su mentalidad le está permitido y lejos de ser tolerado incluso responde a su fama de macho alfa. También es posible que esté intentando una reconciliación o que haya sentado la cabeza y haya visto que está en juego una hipoteca: 600.000 euros, 540.000 de hipoteca a 30 años con la Caja de Ingenieros, 800 euros de hipoteca cada uno, que en su día justificaron que era «para comprar una casa en la que vivir, no con la que especular», pobre explicación para justificar sus críticas a Luis de Guindos.

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Llueve sobre mojado. Los múltiples devaneos de Pablo Iglesias siempre han sido de su entorno como si Podemos fuera su gineceo, y viviendo del dinero público. En 2015 convivió con Tania Sánchez, a la que después puso detrás de la columna del Congreso, llevaba tres años juntos, aunque no en la misma casa, ella en un duplex en Rivas Vaciamadrid y en un piso familiar en Vallecas. Se cruzó en el camino una bella marroquí de 24 años, asesora de Podemos en el grupo parlamentario del Parlamento Europeo. La historia se vendió muy bien, como si no hubiera terceras personas, y después de pasar el fin de años juntos, en marzo, «para evitar rumores y debates malintencionados» hicieron pública su ruptura: «ya no somos pareja; nos queremos mucho, nos admiramos, nos respetamos, somos compañeros y compartimos las mismas aspiraciones de cambio político, por las que seguiremos trabajando. Simplemente, ya no somos pareja». Pablo Iglesias dijo de Tania que era «la mujer más valiente que conozco y la que más admiro». Y Tania dijo de Pablo: «el hombre que lo cambió todo y al que más admiró». La política hace extraños compañeros de cama e igual que une, desune.

Luego emergió la jefa de gabinete, Irene Montero, con escasa preparación, y un curriculum en la empresa privada que sólo refleja un puesto de cajera de supermercado, a la que ha aupado a ministra de Igualdad, y con la que dijo, cuando se compró la mansión en Galapagar, que estaban «construyendo un proyecto de vida que nos hace felices».

El tiempo dirá lo que hay entre Lilith Verstrynge y Pablo Iglesias, de lo que ninguno quiere hablar, y si le macho alfa ha vuelto, como parece, a las andadas.