Editorial.
La sociedad española ha sido sometida a un proceso de irresponsabilidad y frivolidad absoluta de los telepredicadores de la TV, que han hecho un seguidismo absoluto del Gobierno, cayendo en la sumisión y la falta de respeto a la ciudadanía difícilmente perdonable. Hemos tenido que soportar una información, por quienes no saben de nada y opinan de todo, que equiparaba el coronavirus a una especie de gripe o a absolutas bromas, en las que ha destacado Todo es mentira, pero no sólo; el fallo sistémico ha sido generalizado, con la única excepción de Cuarto Milenio de Iker Jiménez. Mal, muy mal, por La Sexta, Cuatro, Antena 3, Telecinco; la 1 y la 2, va de suyo.
En paralelo a la grave negligencia del Gobierno, las televisiones, acostumbradas a desinformar y la espectáculo de entretenimiento, no han dado ni una, han actuado con una torpeza absoluta más dedicados a acallar las voces que denunciaban que no se estaban tomando medidas por alarmistas, que a preparar a la población para evitar la difusión de la pandemia. Eso pasa por tener un oligopolio dedicado a servir a los intereses de un Gobierno negligente y a desarmar a la población. Se han presentado técnicos especialistas dedicados a lamerle el culo al Ministerio de Sanidad, diciendo que todo se estaba haciendo bien; a alabar unas ruedas de prensa soporíferas; a recomendar que la gente se quede en casa para no colapsar los hospitales, cuando la realidad es que no hay kitch para hacer análisis a la población.
Se han permitido y celebrado irresponsables actos públicos multitudinarios como la manifestación del 8 M feminista, en la que una multitud ha celebrado el «solas y borrachas» o han preferido que «mejor que nos mate el coronavirus que el patriarcado», incluso con la asistencia de una descerebrada ministra de Igualdad, Irene Montero, y de dos vicrepresidentas del Gobierno, Carmen Calvo y Nadia Calviño, así como de una ministra de Educación que el día después se ve obligada a cerrar colegios.
Es difícil imaginar tamaña irresponsabilidad. En la misma medida, la vanidad superlativa de Santiago Abascal, sacándose la espina ser un mantenido del PP, ha llevado a que tuviera lugar el acto de Vox. Lamentable, irresponsable.