«¡Queridos hijos! En este tiempo de gracia, quiero ver sus rostros transformados en oración. Ustedes están tan inundados de preocupaciones terrenales que ni siquiera sienten que la primavera está a las puertas. Hijitos, ustedes son llamados a la penitencia y a la oración. Así como la naturaleza lucha en silencio por una vida nueva, también ustedes están llamados a abrirse a Dios en oración, en quien encontrarán la paz y el calor del sol primaveral en sus corazones. Gracias por haber respondido a mi llamada».
