Josep Sansano.
No ha entrado todavía a reparto la denuncia contra el auténtico macarra de la Policía Nacional, es decir que sigue en el Juzgado de Guardia, que correspondía al Juzgado de Instrucción número 2 de Elche. Recordamos los hechos:
Grave escándalo policial en Elche, que ha tenido la correspondiente denuncia en la Comisaria ilicitana, donde hubo resistencias muy fuertes a cogerla, y en el Juzgado de Instrucción número 2, el de Guardia, de donde pasará a reparto. Un auténtico macarra en el Cuerpo Nacional de Policía, que es una vergüenza para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que muestra el deterioro moral de ese Cuerpo y de esa Comisaría, ya que recibió amparo de un número destacado de miembros.
Sucedió el viernes en torno a las 12 horas, cuando una dotación del Cuerpo Nacional de Policía solicitó la documentación a un padre y un hijo. Del hijo saltó una orden de alejamiento y una extraña orden de destierro que dictó un Juzgado de Elche. Se les informó que ambas estaban caducadas y que era un error de su base de datos. Sin embargo, decidieron comprobarlo llevándolos a Comisaría. Pero hete aquí que no funcionaba las puertas de atrás, al parecer cosa frecuente en la Comisaría de Elche, procedió la dotación a llamar a otro indicativo.
Aquí aparece el macarra con una policía que dijo estar en prácticas y no tener, por tanto, filiación. Arranca el coche con un acelerón, y en la Avenida de la Libertad empieza a dar volantazos, acelerones y dirigiéndose al padre le espeta que «ahora su vida pende de un hilo», cuando se le reconviene que él debe ser el primero que debe cumplir las normas de seguridad vial, incide en su conducta de conducción agresiva, con ocupación de la doble vía y frenazos, en los que mira provocativamente para ver si pierde los nervios. De pronto, se pone a cantar el Cara el Sol, himno de Falange. En la denuncia en el Juzgado se refleja que el denunciado «conducía con gran temeridad poniendo en riesgo la vida de todos los ocupantes del vehículo así como de los usuarios de la vía pública».
No paran ahí las actitudes macarras del Policía, que desdicen del uniforme que porta tan indignamente, sino que la llegar a Comisaría dice que «los llevaba al Cadalso». La Policía en prácticas le reía las gracias, al de pequeña estatura y complexión débil. Mientras una mujer del SAF hacía las comprobaciones, en ningún momento dejaron al padre acercarse a su mochila donde se había guardado los utensilios personales, para coger el móvil y un bolígrafo para tomar la numeración de placa del presunto macho alfa. Apareció un policía de paisano que se presentó como «el jefe» y empezó a decir que esos policías «hacen un excelente traba…», el padre cortó la conversación. Hechas las comprobaciones, se demostró que el padre llevaba razón y salieron los dos de Comisaría.
Odisea para presentar una denuncia
El funcionario de Policía Nacional escuchó mientras se iba demudando lo que se quería denunciar. Enseñó el padre un papel en donde el policía había escrito, mal, adrede, su número de placa, pero el padre la había memorizado bien. A todo esto el funcionario se niega en redondo a recibir la denuncia, afirma que allí se reciben denuncias de delitos y eso no es un delito, amenaza con detener al padre, éste pregunta por qué, no puede hacer lo que quiera porque sí, el hijo que ha sido llevado al calabozo no figura, llegan los otros policías de denuncias y dicen que «eso lo debe llevar el grupo de sucesos extraños», otro se muestra intimidatorio.
El padre reza a Santa Bárbara, que es mano de santa para estos casos, y el policía toma la decisión correcta y dice que «va a consultar con el jefe», vuelve y toma la denuncia, no sin antes decir que no llegará a ninguna parte, que la tirará a la papelera, por eso acude al Juzgado: «que en Comisaría formuló denuncia por los hechos que acaba de relatar pero que los mismos agentes le dijeron que no le iban a dar curso a su denuncia, motivo por el que ha comparecido en el Juzgado de Guardia».
El padre nos muestra su disposición de «llegar hasta el final» de modo que «se depuren responsabilidades» y «un macarra no vista el uniforme de la Policía y su acompañante explique de que se reía mientras el conductor desarrollaba, porque le dio la gana, una conducción tan temeraria y un trato tan vejatorio a un ciudadano normal y sencillo que paga sus impuestos, y al que debería proteger».