Luis Bru.
¡Qué desvergüenza! ¡Qué gentuza la liberal! ¡Vamos, qué ensuciar así el nombre del Padre Juan Mariana! Juan Ramón Rallo es presidente del Club de Juan de Mariana. Cuando es presidente de un Club que lleva el nombre de cualquier persona se supone que le rinde homenaje y vive sus mismos ideales o por lo menos los respeta, pero Juan Ramón Rallo, que es ateo, y confesionalmente liberal, es presidente del ¡Club Juan de Mariana! Y se posiciona en todo tipo de cuestiones con la postura más inmoral. Recientemente, a favor de la eutanasia, a la que no le pone un solo pero. Y encima le dan el Premio Juan de Mariana, que agrede directamente a su memoria, al agnóstico, abortista y favorable a la cultura de la muerte, Federico Jiménez Losantos. ¡Qué cara dura! La escoria liberal no conoce límites en sus fechorías. No sólo son los más corruptos entre los corruptos, sino que se apropian del Padre Juan Mariana (Talavera de la Reina, 25 de septiembre de 1536-Toledo, 17 de febrero de 1624) y dicen unas cosas en su nombre -él, que era consultor de la Inquisición y colaborador del Indice- que echan para atrás, que espantan.
El Padre Juan de Mariana era jesuita, a mucha honra, ingresó en la Universidad y en el noviciado a la vez, donde estuvo bajo la tutela, nada menos, que de San Francisco de Borja. Era iusnaturalista y moralista, aristotélico-tomista, partidario de la Ley de Dios y de la ley natural, lo que tanta saña combate la peste liberal, favorables a saltarse los diez mandamientos a las primeras de cambio y que, de ser del siglo XIX, le hubieran echado de España, sobre la que escribió diez tomos de Historiae de rebus Hispaniae. La confusión, y la expropiación y el expolio, hasta del nombre, viene del libro de De monetae mutatione, en el que combate lo que hoy llamaríamos inflación, y por el que se pasó un año encarcelado.
Forma parte de lo que se dado en llamar la Escuela de Salamanca, formada por un lado por dominicos, en torno al Padre Francisco Vitoria, y por otra, por jesuitas, el más caracterizado el Padre Francisco Suárez. Llamarles la Escuela de Salamanca les hubiera sorprendido mucho a ellos, que tuvieron sus disputas, y no todos dieron clase en el Studium Generale de Salamanca. De esa hipotética Escuela forman parte, son figuras destacadas el gran Padre Domingo de Soto, el Padre Luis de Alcalá, el Padre Martín de Azpilcueta, el Padre Tomás de Mercado y el Padre Luis de Molina. Tomistas todos, «luz de Trento, martillo de herejes», que decía el insigne Marcelino Menéndez Pelayo, en su Historia de los heterodoxos (no vivió lo suficiente, porque si no hubiera dedicado una nota a pie de página a Juan Ramón Rallo y Federico Jiménez Losantos).
El mal entendido viene de que ya el gran economista Josep Alois Schumpeter destacó la deuda de la ciencia económica con los salmantinos (en contra de la tesis de Max Weber que identificaba capitalismo con protestantismo) y, sobre todo, Marjorie Grice-Hutchinson, discípula de Friederich Hayek, que les dedicó una tesis, pero de ahí al cachondeo lírico de los indigentes mentales de los liberales egipcios actuales hay un trecho. No todo vale. El Padre Juan de Mariana nunca hubiera avalado las insensateces de Juan Ramón Rallo y Federico Jiménez Losantos, sino que los hbiera mandado, como pardillos, a la Inquisición.
¡Basta ya de bromas! ¡Qué quiten el nombre de Juan de Mariana a su fétido club! ¡Y qué devuelva el premio Losantos! O que pongan a su club el nombre de Juan Alvarez Mendizabal o el del general Rafael del Riego o una de sus tristes glorias, expropiadoras y liberticidas, que tanto contribuyeron a destruir el imperio español en América.