Enrique de Diego.
Está feo decirlo, pero el término «casta» lo acuñé yo en mi libro «Casta parasitaria» (2008), como un fenómeno ulterior al de clase política, como la forma que ésta tiene de regenerarse a través de familiares y es parasitaria, porque se rodea de privilegios como la nueva aristocracia de la monarquía, a quien imita y de quien es proyección. El término lo popularizó Pablo Iglesias, que acaba de entrar, con gran alivio por su parte, a formar parte de la casta por partida doble, El nombramiento de Irene Montero como ministra de Igualdad es un caso de nepotismo como un capazo y denunciar a Vicente Vallés por preguntarlo tildándolo de machista es el último refugio de los estúpidos sin argumentos. Como era nepotismo el del matrimonio Aznar, aunque este es más clamoroso: los dos se sientan en este Consejo de Ministros esperpéntico que parece el camarote de los hermanos Marx.
Que el realquilado en la casa de su madre en Vallecas, que no iba a cambiar de barrio pasara lo que pasara, venía con ínfulas y ganas de optar al marquesado de Galapagar, era evidente, como lo es que lloró en el Congreso de los Diputados cuando, a trancas y barrancas, dejándose la dignidad en el empeño, consiguió su objetivo. Pablo Iglesias es lo menos parecido a un bolchevique y no admite comparación con Lenin, que dedicaba las 24 horas a la revolución, mientras él las dedica al postureo. En propiedad, es un fantasma. Esas comparaciones son odiosas, como si Alberto Garzón fuera igualmente un comunista y no un simple vividor. Aprendamos a ver lo que hay debajo de la retórica.
No entiendo tanto escándalo. A Pablo Iglesias, y a Podemos, lo ha hecho la derecha. Julio Ariza lo llevó a El gato al agua para dividir el voto de la izquierda y hundir al PSOE para los restos; la doctrina Arriola y la praxis de Mariano Rajoy, que debe estar encantado ahora leyendo el Marca y haciendo caja con el Registro de la Propiedad, paseando de vez en cuando en su finca colonial de mandarinos en Abanilla, Murcia, o fumándose un puro.
En la historia de la torpeza humana la llevada a cabo por Julio Ariza, al servicio de Rajoy, está en los lugares más altos. Luego vino Eduardo Inda, el chico de los recados de las cloacas del Estado, con el informe PISA, a sobrevalorarlo. Otra torpeza más, igual que la anterior. Una serie de profesores de Políticas de segunda fila, ahormados por Juan Carlos Monedero, visitaban a Hugo Chávez y a Hugo Morales se hacían fotos de revolucionarios de opereta y se traían unos dineros. Poneren marcha un proyecto político exige financiación y estafaron a los bolivarianos.
Pablo Iglesias hoy es un burgués jeta con tres hijos y una mansión en Galapagar-La Navata. Tiene que mirar por la familia. Se lleva dos sueldos a casa, vicepresidente, 77.492,72, ministro, 73.211; luego dos años cobrando el 80% del sueldo. A resuelto su vida. Va a ser obediente, va a ser leal, no va a tensionar la cuerda, va a estar a lo que diga Pedro Sánchez. Nada de comunismo losantiano en la UE. Socialdemocracia pura y dura. El Salario Mínimo Profesional, las pensiones, la renta mínima, y pare usted de contar. Nada de utopías. En cuanto a Igualdad, con Irene Montero, mucha ideología de género, y mucha chorrada globalista en el lenguaje, con problemas inventados e inducidos, y palabros que nadie comprende porque no reflejan la realidad. Cosas para pijos del otro lado del Atlántico que se han quedado sin discurso fuerte. Beatos, meapilas, puritanos de lo políticamente correcto.
Son casta, ni más ni menos. Les queda una sana preocupación por la gente, por los desahucios, por los alquileres, pero Podemos, como demagogia, se va dar de bruces con la realidad y la desaceleración. Podemos se ha satelizado y Pedro Sánchez va a intentar debilitarlo por exceso de protagonismo. Salo que algún Eduardo Inda de turno se empeñe en darles pábulo o algún Losantos desquiciado siga comparándolo con Lenin.