Josep Sansano.
‘Pilar’ llama compulsiva y constantemente desde un número fijo a una lista caótica supuestamente de militantes de Vox en Alicante, pero en la que también hay personas que se dieron de baja e incluso algunos que no entienden a cuento de qué se les llama, y se devanan los sesos con si hay en ese bombardeo telefónico un presunto delito con respecto a la Ley de Protección de Datos.
La que se identifica con voz de teleoperadora como ‘Pilar’ pretende que su sorprendido interlocutor se apunte como apoderado de Vox para las elecciones locales del 26 de mayo. Las numerosas fuentes que han informado a Rambla Libre de esta extraña iniciativa afirman haber declinado la invitación. Vox Alicante ha entrado en modo pánico. La sombra de Santiago Abascal no es alargada y la de Mario Ortolá se difumina y desvanece por momentos. Se masca la tragedia.
De pronto, Ana Vega y Mario Ortolá han caído en la cuenta de que tienen que bajar a la calle, fuera de sus compadreos con Javier Ortega, y, sobre todo, de que necesitan a los pagacuotas. De que todos esos que han sido ninguneados y vejados y apartados y aislados porque Ana se ha hecho con el cotarro, Dios sabe por qué, tendrían que ser apoderados y compromisarios, porque el partido está desmovilizado y un aire gélido recorre las dependencias de la sede de la Calle Isabel la Católica, 22, encima del restaurante El Bocaíto, en lo que fue el despacho de abogados del inolvidable alicantino y alicantinista Juan Carlos Tur Ayela.
El malestar entre los militantes, que se ausentaron significativamente del seguimiento de la noche electoral de generales y autonómicas en el salón del Hotel Meliá, y que tuvieron que soportar la obscena falta de puntualidad de sus dirigentes y el agravio comparativo de un catering prohibitivo para los pagacuotas y un gratis total, con opípara cena, para la escuálida dirigencia, todo ello organizado por el diligente fontanero de Ripoll y ahora director de campaña de Vox, Eduardo Martínez Fuster.
¿Quién hará el ridículo de ser apoderado de Mario Ortolá para que cumpla su sueño de que, junto a Ana Vega, sean los clones, de derechas, de Pablo Iglesias e Irene Montero, quienes, por cierto, esperan su tercer hijo, contribuyendo a la natalidad nacional? Y ¿quién votará a un alcaldable que creía que iba a asistir a un desfile militar llevado en la ola de una marca patriótica y que no se atreve a dar la cara en los medios y ni tan siquiera ha informado a los militantes de la existencia sede de Isabel la Católica, 22?
Y eso que, entre la disgustada militancia, en donde cunde “el desánimo y la frustración”, al borde del motín o al menos de la rebelión silente, corre la especie de que va a haber una segunda sede, nada menos que en La Explanada, en dependencias propiedad de Felipe Fuster, tío a la sazón del fontanero, ese que siempre está dispuesto a ir de pueblo en pueblo diciendo “tú fuera, tú fuera, tú fuera…” Pero ahora resulta que se necesitan compromisarios y nadie quiere, hartos de tanta desorganización.
¿Será Felipe Fuster el que aporta ese dinero que se corrió que iba a llegar para llevar en volandas al administrativo de Carmencita a la alcaldía de Alicante? El 10 de abril, el almuerzo de Vox, en Casa Riquelme, en el que se escenificaron las pésimas relaciones entre Ana Vega y el general Manuel Mestre, en ese en que entró en escena Margarita de la Vega, esposa de José Joaquín Ripoll, como coorganizadora, recolectando los 35 euros por cabeza del cubierto, el otro coorganizador fue Felipe Fuster. Ninguno de los dos, Felipe ni Margarita, tienen cargo alguno en Vox, ni tan siquiera militancia oficial, así que se trata de un extraño cambalacheo.
Felipe Fuster tiene posibles e intereses. Es gerente de la Lonja de Pescado del Puerto de Alicante. Ya hemos visto como su sobrino, Eduardo, se define como un “fontanero en la sombra” del expresidente de la Diputación, que no se ha separado “ni un milímetro” de él, expresión ciertamente gráfica, y que tienen negocios comunes supuestamente en el sector inmobiliario. Obviamente, el tío Felipe no precisa que el sobrino Eduardo le presente a José Joaquín Ripoll. Éste fue presidente de la Autoridad Portuaria –a pesar de estar ya incurso en el caso Brugal, porque Alicante no es una fiesta pero sí es una cloaca- desde septiembre de 2011 hasta octubre de 2015, así que tuvieron tiempo de tratarse e intimar. Todas las piezas del puzzle de la operación Ripoll encajan.
Mario Ortolá ni se atreve a presentar en solitario su candidatura
Mal andan las cosas en Vox Alicante. Las gestiones para conseguir compromisarios están sirviendo para mostrar el malestar de la militancia con el Comité Ejecutivo Provincial. La desmovilizaciòn es completa. Mario Ortolá, y Ana Vega, están aquejados de miedo escénico. Ni tan siquiera se atreven a hacer una presentación única de la candidatura de Alicante. Han optado por un formato de presentación conjunta de cuatro candidaturas de L’Alacantí: San Juan, El Campello, San Vicente del Raspeig y Alicante. El acto tendrá lugar hoy en el Centro Social de San Vicente, a las 19,30 horas. El local tiene un aforo de 338 localidades, según la web del Ayuntamiento, y hay serias dudas de que pueda llenarse.
Un paracaidista en el lodazal alicantino
En este lodazal alicantino el misterio a desentrañar en el futuro es el papel que le corresponde jugar al general Manuel Mestre, ya flamante diputado de la nación. Mestre, natural de la pedanía de la oriolana pedanía de La Murada, teniente general del Ejército del Aire, ha caído como un paracaidista en terreno embarrado, donde es fácil deslizarse. En la reciente visita de Javier Ortega-Smith a los Moros y Cristianos de Alcoy, con ulterior cena con cargos y candidatos, Ana Vega no tuvo la deferencia de invitarle, lo cual de seguro hubo de soliviantarle justamente. Por de pronto, el general ha decidido tomar sus distancias. No entremezclarse con la figura de Ana Vega, ni participar de sus personales maniobras. Quizás no sabe aún a qué atenerse ni en qué berenjenal se ha metido. Mestre tiene su propio equipo y es hombre experimentado en la vida castrense, aunque seguramente desconoce las vilezas de la partidaria, por aquello de que los peores enemigos están en el propio partido.
Pero es la voz, y nunca mejor dicho, de Vox en el Congreso de los Diputados y su peso en el partido ha necesariamente de ir creciendo, porque, de hecho, es el número uno de la formación en cuanto a representatividad institucional. Es claro que Ana Vega quiere cortocircuitarle la relación con el secretario general, Javier Ortega-Smith, de la que ella depende: es su único mérito conocido.
El general no está en la operación Ripoll, de asalto en pinza PP-Vox al Ayuntamiento de Alicante; se espera que mire para otra parte, que se quede en Madrid y deje hacer. En este hundimiento moral de Vox Alicante, con los militantes asqueados de tanto nepotismo rampante, muchos de ellos vuelven su mirada hacia él buscando un horizonte de esperanza y dignidad. El general es la incógnita, el misterio.
La operación Ripoll está en marcha, es una historia abierta, a la que Rambla Libre seguirá con todo detenimiento. La omertá en Alicante se ha acabado. Si Rambla Libre hubiera existido entonces, la Caja de Ahorros del Mediterráneo seguiría existiendo, porque hubiéramos denunciado la corrupción, ante la que el periodismo alicantino calla.