Enrique de Diego.
Cuando acabaste, Federico, derechita cencerra, la retransmisión de la noche electoral estabas hundido. Hubo que recogerte con parihuelas. De repente viste claro –espantando las nubes de adulación de Javier Somalo y Dieter Brandau– que estabas acabado, que tu farsa ha terminado. Te diste cuenta, porque acabado llevas años. Y es mejor que te vayas a Orihuela del Tremedal ya, antes de que entres en la espiral de Ariza de retrasar y luego no pagar las nóminas, porque ese es tu horizonte, esos son los datos fehacientes.
Luego volveré al queso de gruyere de Libertad Digital SA, al gran agujero negro de tu chiringuito, pero permíteme que te cuente dos anécdotas del daño mental que provocas en la gente, porque tú no estás claro, estás más para allá que para acá, con tanta novela negra como te has metido entre pecho y espalda, con grave daño para el cerebelo. Mira, el sábado, jornada de reflexión, llamó la tía Irene, de los nervios y en tono imperioso para decirme que había que votar al Senado al 1+1+1. Es decir, al primero del PP, al primero de Ciudadanos y al primero de Vox. Pensé que ya se había vuelto loca por completo, porque, como oyente tuya, recuerdo llamadas para decir que había que votar a UPyD, a Ciudadanos y, en esta campaña electoral, unos días que a Vox y otros al PP. Intenté hacerle entender que eso dejaba meridianamente claro que la derecha nunca ha debido presentarse dividida –tú, Federico, borrico, has ayudado mucho a ello- pero la tía Irene no escuchaba. Es como tú, parlotea, pero no escucha. ¡La pobre todavía cree que la masacre del 11-M la organizó Rubalcaba (ella dice Rubalcabra)! Insistió en que no me olvidará de jugar a eso del 1+1+1. Pero es que, leches, al colgar y entrar en Internet, vi en tuit que se ponía un enlace a Libertad Digital, cachondeo total, en el que se promocionaba la curiosa cadena esa del 1+1+1. Resultado de toda esta parida: 121 senadores el PSOE, pedazo de mayoría absoluta, y 56 el PP. ¡Va a aplicar el 155, Iván Espinosa de los Monteros!
Hace unos días llamé a un viejo amigo, oyente tuyo. Era un hombre sabio que conocía al dedillo la sencilla y nefasta Ley d´Hondt y funcionaba con criterios racionales, pero a fuer de escucharte empezó a hablarme de “milagro”, sin escucharme demasiado cuanto pretendí hacerle ver que la Ley d’Hondt no sabe de milagros, y que es metafísicamente imposible que tres opciones compitiendo por el mismo electorado nunca pueden ganar unas elecciones. Y nunca es nunca. Más tarde, me espetó que “después de haber probado la heroína de Vox ya no se quiere otra cosa”. Es decir, que a una persona antes racional lo has llevado, Federico, borrico, a ser un drogadicto.
Tanto la tía Irene, que no tiene culpa, porque está abducida por tu matraca, como el viejo amigo, me dieron unas previsiones prospectivas de frenopático o de Fernando Sánchez Dragó –la España descalabrada- del tipo de que PP, Ciudadanos y Vox cada uno sacaba 90 diputados. Hombre, tía, le dije, para que se diera algo así, entre los tres tendrían que sacar más de veinte millones de votos. Y ni caso, no escucha. La ilusión puede más que la realidad.
Haces un daño terrible a la gente, Federico, con tus consignas irracionales. Tú que no sabes a dónde vas, te dedicas a ir de guía espiritual, cuando eres un ciego guía de ciegos. Has hecho un daño terrorífico a la derecha y todavía mucho peor a España. Y tienes una mierda de empresa. ¿Quién va a invertir ahora? ¿A quién pretendes engañar?
Has hecho cosas tremendas, de vergüenza ajena. Has llegado a pedirle licencias de radio en vivo y en directo a Juan Manuel Moreno Bonilla, que no sabía dónde meterse ante el descaro, que roza el presunto tráfico de influencias, pero así a las claras. Te has hecho de un monárquico apestoso, tú que ibas de albacea de Manuel Azaña.
Mira, Federico, no te comes el turrón y veremos si llegas al verano, pero es que te lo has ganado a pulso. Es que no ilustras a la gente sino que la desquicias con bajas pasiones nunca ordenadas por la razón, porque de racionalidad hace tiempo que estás ayuno.
Entrevistaste a Santiago Abascal y te arrastraste ante él. Entrevistaste a Pablo Casado y le cortabas cada vez que parecía que iba a dar un pellizco de monja a Vox, sin acordarte de todo lo que te han dado, gratis et amore, los peperos, que hasta Luis Bárcenas te abrió la caja B del PP, y Esperanza Aguirre, de la que ahora abjuras y dices que nunca habéis sido amigos, te infló a licencias, que las cinco de TDT las vendiste por más de 3 millones de euros, después de haber puesto al frente al chiquilicuatre de Dieter Brandau, que ni sabía lo que era el prompter.
Mira, Federico, te vas a arrepentir todo lo que te quede de vida, que ya nos vamos haciendo mayores, de no haber hecho caso a César Vidal, de haber permitido que lo ningunearan tus pelotas oficiales el citado Dieter y el inefable Javier Somalo, que hace demasiado honor a su apellido, que no le dejaras entrar a César en tu oscurísima contabilidad y que no le permitieras racionalizar y sacar adelante un proyecto en el que él creía y tú no, porque tienes tan perdido el sentido de la realidad que seguías creyendo que ibas a volver a la COPE. Todo esto lo he contado y desentrañado en mi libro “La gran traición”, que sigue en los primeros puestos de más vendidos en Amazon.
Estás acabado, Federico. Llevas mucho tiempo acabado, pero al terminar la noche electoral por fin te diste cuenta. Deja de liar a la pobre tía Irene y vete a Orihuela del Tremedal a espiar tus faltas o ingresa en alguna Cartuja con voto de silencio.