Editorial.
El partido Vox ha cometido algunos errores que no son de matiz. Vamos a enumerar los tres que nos parecen más claros:
1.- El pacto de Andalucía nunca debió producirse. Vox cedió a sus instintos de escisión del PP y consideró como objetivo fundamental desalojar a Susana Díaz, cediendo por completo en lo referente a su programa electoral. Como dijimos, la firma de un supuesto acuerdo con el Partido Popular no era otra cosa que un brindis al sol, papel mojado, una excusa para proceder al pacto. La idea de que luego se iba a negociar no era real, carecía de consistencia, y las últimas amenazas de Santiago Abascal se remiten a la votación de Presupuestos. Ni tan siquiera se ha procedido a derogar la Ley de Memoria Democrática que es nítidamente totalitaria. Si los pactos en el futuro se producen en los mismos términos, el programa de Vox nunca se llevará a efecto. Momentáneamente, en Andalucía se sigue en la línea de corrupción ideológica de Mariano Rajoy. La mayor responsabilidad es, sin duda, del PP y de Ciudadanos, pero Vox aparece en exceso acomodado: ha votado a los dos senadores de Ciudadanos, a cambio de que los de Rivera votaran al de Vox. A la hora de repartirse los puestos, Vox ha actuado como un partido del sistema.
2.- Santiago Abascal ha decidido acabar con las primarias en su partido y con cualquier atisbo democracia interna, que era una de las promesas de regeneración que contenían sus Estatutos: «Vox se estructurará democráticamente de modo que todos sus candidatos y cargos orgánicos sean elegidos por los afiliados en elecciones primarias y rindan periódicamente cuentas ante ellos, en cuyo nombre actúan«. Lejos de ello, se pasa a una estructura vertical, en la que una pequeña cúpula, con una ejecutiva con Santiago Abascal y Javier Ortega-Smith, más 10 personas, nombran a los coordinadores provinciales y estos a los locales. Se elimina el principio de representación y se funciona con el de delegación. Se trata de evitar la llegada de «arribistas» y quizás de evitar entrar en un proceso de debate interno que podría entrañar peligros de crisis ante las elecciones inminentes. Se somete a los nuevos militantes a un período de prueba de nueve meses. Vox seguirá siendo un partido cohesionado, pero también existen inconvenientes: la estructura actual de Vox es endeble, con personas de escasa presencia pública y muchas veces sin formación, que adoptan la posición de mandados, remitiéndose siempre a la superioridad, lo que de seguro empobrecerá las listas de cara a municipales y autonómicas, y traerá problemas a la hora de afrontar la gestión, pues se adopta una posición timorata y sectaria. Frenar en Valencia la llegada de Juan García Santandreu nos parece un error, porque es persona representativa de la sociedad valenciana y con méritos en la lucha contra el secesionismo pancatalanista.
3.- La dirección de Vox sigue dando muestras de ser poco escrupulosa en diferenciar la economía del partido de la de sus dirigentes. Mantener a un vicepresidente condenado en firme por administración desleal es impresentable, pero contratar la nueva sede a una empresa de ese vicepresidente, Vicente González Coello de Portugal, que hunde sus raíces en el paraíso fiscal de Luxemburgo es estética y éticamente reprobable. Es notorio que Iván Espinosa de los Monteros ha andado en malas compañías en sus negocios, aunque no haya cometido nada reprobable legalmente. Responder a las informaciones escudándose en el juicio del procês es peligroso como mentalidad.