Luis Bru.
Los medios de comunicación se cuentan entre los principales perdedores de las elecciones andaluzas. Han superado todas las líneas de la indignidad y la manipulación. Decidieron que Vox no existía, no sirvieron a los ciudadanos ofreciendo información veraz y las pocas informaciones ofrecidas siguieron pautas de criminalización.
Se han superado todos los límites de la indignidad periodística
Los doce diputados de Vox han hecho entrar en paroxismo y en pánico al sistema, y dentro del sistema a los medios de comunicación que son sus fuerzas de choque. Si antes no se ha informado para nada de Vox, ni dando tan siquiera las convocatorias de sus actos, que sistemáticamente estaban llenos, ahora la información es obsesiva, enfermiza, tóxica y perversa.
Según Público, “ha sido un auténtico mazazo para la izquierda andaluza y una sorpresa más que inesperada para los analistas”. Casi nada de esta larga frase es verdad. A esos supuestos analistas cegatos no les interesaba ver, como tampoco al CIS esotérico de José Felix Tezanos: España era una Arcadia feliz sin haber sido mancillada por la extrema derecha. En realidad, que Vox iba a romper era una evidencia que emitía muchos signos: el citado del lleno en todos los actos es el más manifiesto; también los candidatos de Vox, como Francisco Serrano, percibían mucho calor en la calle, saludos afectuosos, interés por los selfies amigables, y también los candidatos de otros partidos, como los del PP, eran recipientarios de mensajes de traspaso de la fidelidad a Vox. Si no informas, luego te llevas la sorpresa. Se ha pasado de la indignidad al más espantoso ridículo.
Ahora se ha iniciado una especie de caza de brujas bastante histérica para saber qué ha pasado, dónde están los votantes de Vox, quién ha osado votar a ese partido maldito sobre el que existía la consigna de no informar. Se ha llegado a publicar que la clave ha estado en los whatsapp. Público descubre que “Vox se infiltró en Jusapol y el sector ultra de la Policía apoyó su despegue electoral”. El reportaje no aporta ninguna base sólida para sostener el titular, incluso por recurrente se mete por medio a Alfredo Perdiguero, secretario general del SIPE, que ha estado muy tranquilo sin que le fuera nada en el envite. Es más lógico pensar que los policías nacionales acarreados a Barcelona para vivir en ferrys y que luego ven al Gobierno sometido a los separatistas pueden estar legítimamente enfadados, además de sus reivindicaciones salariales.
Ha habido toda una serie de sectores muy definibles que han visto en Vox una auténtica tabla de salvación, un refugio. Rambla Libre los fue describiendo. Algunos de ellos son:
- Los taurinos, toreros y aficionados, situados como asesinos por el discurso oficial unánime.
- Los cazadores, tres cuartos de lo mismo.
- Los varones, agredidos y masacrados, sin presunción de inocencia, por las feministas y la Ley Integral contra la Violencia de Género.
- El común de los andaluces, ante la inmigración invasiva y la política de sin fronteras del Gobierno.
Se suma al brebaje la cesión continua a los sediciosos catalanes, que ha de enfadar, por lógica, a todo Policía y a todo Guardia Civil, que ve como se está sacando a la Benemérita de Navarra, y sale material humano para 12 diputados y para muchos más.
Nada de autocrítica en los medios y, por ende, en el sistema. El Confidencial Digital publica que “Defensa investiga como se ‘coló’ Vox en el Tercio de Armada para hacer campaña”. Parece como si se estuviera desentrañando una oscura conjura, sin tener en cuenta que la criminalización del patriotismo puede sentar mal en los cuarteles o que los mensajes laicistas de que no habrá militares en las procesiones de Semana Santa puede sentirse como agresiones.
El sistema se cree sus propias mentiras y ha perdido el sentido de la realidad. Lo curioso es que está incidiendo en sus errores en vez de corregirlos. Antena 3 ha emitido un reportaje con el que pretende establecer la curiosa tesis de que los votantes de Vox en realidad no saben lo que han votado, porque son anafalbetos. El Plural se hace eco del reportaje: “es una salvajada” dice un hombre al enterarse de que pretenden derogar la ley de violencia de género y el matrimonio homosexual. Pero esos son dos mensajes muy claros y muy persistentes de Vox y es un hecho que una buena parte de la población está en esas tesis, aunque sus postulados y su existencia no sean recogidos por los medios.
El Periódico publica “Así son los 12 diputados de Vox en Andalucía”, una deferencia tras no haber dicho nada sobre ellos durante la campaña.
Otra de las líneas harto curiosas es la búsqueda geográfica de los votantes al partido de Santiago Abascal. Parece ya una técnica de rastreadores. El Confidencial Digital afirma que “Podemos tiene datos que confirman un trasvase de sus votantes a Vox” y cita el caso de Benalmádena en donde ese trasvase adquiere las dimensiones de 2.500 votos. El análisis de los podemitas es que los ayuntamientos no han sabido gestionar las ayudas sociales y “Vox ha estado atento, sobre todo en el último año, a esas decisiones en algunos ayuntamientos para acercarse al electorado más proletario y obrero”.
Hete aquí que Vox ha entrado en la historia, como vaticinó su candidato Francisco Serrano, pero también en la leyenda. Vox es un partido pequeño –hasta ahora-, con una frágil estructura, con pocos militantes y de nueva hornada, que no se ha infiltrado en Jusapol ni, por supuesto, ha estado atento en cada uno de los ayuntamientos. Ha sido el sistema el que le ha dado hecha la campaña a Vox, con cuestiones tan destructivas como los efectos llamada a la inmigración invasiva y el desarme de la sociedad en nombre de un buenismo nihilista. Y esas políticas afectan de manera especial a los “proletarios y las clases más bajas indignadas”, que han visto que Podemos no aterriza en sus problemas sino en un imaginario tardoprogre para fácil consumo en las cafeterías de las facultades de sociales.
El Diario de Ignacio Escolar ha hecho esfuerzos sobrehumanos para aclarar que el barrio más pobre y marginal de Sevilla, 3.000 viviendas, no se ha vuelto de pronto facha y de extrema derecha, pero el margen del griterío sociológico Vox ha sido el tercer partido más votado en ese barrio. Incluso en Marinaleda, el paraíso bolchevique que cuesta un ojo de la cara mantener a golpe de talonario, hay 44 votos a Vox, que merecen un reportaje en El Confidencial: “Buscando a los 44 votantes de Vox en Marinaleda: ‘Nadie sabe quienes son’”. El Diario, por el contrario, localiza a los votantes entre los más ricos de los ricos y se va Benahavís, “el pueblo donde los ricos indignados votan a Vox”, el de mayor renta per cápita de Málaga, con algunas de las urbanizaciones más lujosas. La Vanguardia toca también el palo de la riqueza y escancia unas gotas de senectud: “Los Remedios, el barrio más rico y envejecido de Sevilla, vivero de Vox”. Así que a Vox le han votado los más ricos y los más pobres, exvotantes del PP y de Podemos. Eso, aunque no se quiere decir porque les da miedo, se llama un voto transversal.
No deja de ser tan curioso como delirante lo que hace Cope.com, desgrana con intencionalidad escandalosa las grandes líneas del programa de Vox: Adiós a las autonomías, recentralizar la sanidad y la educación, expulsión de emigrantes, derogación de la ley de violencia de género, cierre de Canal Sur, españolidad de Gibraltar, supresión del impuesto de sucesiones, derogación de la Ley de Memoria Histórica. Se trata de un buen programa que respalda una mayoría silenciosa que hasta el momento no tenía representación.
Si el sistema sigue por esta línea de errores y horrores no es difícil vaticinar que Vox obtendrá mayoría absoluta.