Miguel Sempere.
No es todavía indignación -aunque Pedro Sánchez fue abucheado en Sanlúcar de Barrameda- pero sí un mar de fondo creciente: Cádiz, sacrificada en primera línea a la política laxa del Gobierno en materia de inmigración, tiembla por el turismo, la industria estacional que permite sobrevivir a muchas familias.
Cádiz es la provincia de España con más alta tasa de paro. Algeciras, epicentro del desembarco constante de pateras, es de los que tiene una tasa más baja, pero es del 26,33, lo que se traduce en 13.124. La tasa en la Línea de la Concepción es del 31,59, Jérez de la Frontera, 30,40% y Sanlúcar de Barrameda, 29,81. Los meses de verano palían la situación y permiten sobrevivir a muchos, pero el turismo está en peligro y la preocupación es profunda. Se comenta en las playas, en las terrazas, en los chiringuitos.
Hay una plaga de manteros, que no hay forma de quitárselos de encima. Incluso en la cala más recóndita aparece el mantero vendiendo de todo: toallas, pulseras, ropa… Quienes buscan tranquilidad no la encuentran. Donde antes había un mantero ahora hay 100, y son los que vinieron antes, no los que están llegando, que esa es otra.
Si te paras a tomar una cerveza en una terraza para relajarte, al cabo de una hora han pasado siete o diez manteros ofreciendo su mercancía. No hay forma de sacudírselos de encima. Casi todos son senegaleses. Es como si Senegal se hubiera trasladado a Cádiz. Y van a venir más, muchos más.
Los gaditanos están cada vez más preocupados. No se le ve salida a la situación. Se sienten desamparados. Los que habían seguido las consignas de la izquierda manipuladora a favor de abrir las fronteras y acoger empiezan a ver que la realidad no es la que pintan en las televisiones.
Otro motivo de preocupación son los polideportivos. Están ocupados por los que van llegando en pateras o los que acarrea del barco de Open Arms, pero su función es para hacer deporte. ¿Qué sucederá en septiembre y octubre?