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Ángela Ponce, la transexual que aspira a Miss Universo

Redacción




Yolanda Cabezuelo Arenas.

Un amigo mío me contaba que nunca se había acostado con una mujer fea, pero sí se había levantado con muchas. Me lo contaba durante una conversación sobre la belleza natural y los artificios con que las mujeres sabemos recrear aquellos dones que nos ha negado la naturaleza. La conversación tenía su miga, porque se hablaba de Ángela Ponce, la primera Miss España transexual; que es motivo de orgullo por muchas razones, pero que se presenta a Miss Universo.

A esta chica le pasa lo que a Bibiana Fernández: que es una mujer indiscutible, estilosa y espectacular, a pesar de haber nacido en el cuerpo de un hombre; pero precisamente por eso no es una belleza natural: el quirófano ha sido necesario para eliminar lo que sobraba y añadir lo que no existía; luego la crítica no es por su condición sexual, sino por lo artificial del cuerpo que se presenta a concurso.

Pensaba yo, no sé si por deducción lógica o por haberlo escuchado, que las operaciones estéticas estaban prohibidas en el certamen de Miss España, por aquello de que debía primar la belleza física natural, pero por lo visto no es así. Ya en 2008, y en el certamen de Miss Universo, la miss española Claudia Moro apoyaba la victoria de Dayana Mendoza, a pesar de haberse sometido ésta a una rinoplastia. La polémica llevó a Donald Trump en 2012 a modificar las bases del concurso para aceptar aquellas participantes que hubieran sufrido algún tipo de operación estética.

Desde el momento que interviene una bata verde y un bisturí la belleza deja de ser natural. Helen Lindes ganó el concurso antes de operarse la frente, porque el conjunto de sus cualidades físicas era superior a aquel pequeño defecto, y esa debería ser la esencia del concurso; porque ésto no es Saber y Ganar, donde prima el conocimiento, ni Eurovisión, que valora las aptitudes artísticas: Miss España y Miss Universo son meros concursos de belleza. ¿Pero de qué belleza? Sería de consultar cuales serían los criterios de la organización.  

Si la ganadora cumple los requisitos de la organización, es lícito. Ahora bien: natural, lo que se dice natural, ya no es la belleza. Luego cualquiera que tenga dos o tres defectillos, pero tenga también posibles para hacerse socia del club Corporación Dermoestética, tiene abierta la posibilidad de convertirse en Miss. Miss prefabricada, pero Miss al fin y al cabo.

Tomar a Ángela Ponce como adalid del orgullo gay, de la liberación de la mujer o del avance de los tiempos no tiene sentido: en primer lugar porque no es gay, sino transexual; y en segundo porque algo tan banal como un concurso de belleza no puede ser tomado como liberador hacia la mujer: más bien premia las respuestas tontas y la insoportable levedad del ser, pero no el de Kundera, sino el del vacío de mente y espíritu. Hablando de personas vacías de mente y espíritu, quizá a Donald Trump se le ocurra con el tiempo crear un nuevo certamen que se llame Miss Universo Quirófano, o Miss Universo artificial. Qué lástima que hasta en la mujer se pierda lo natural, pero así son estos certámenes, y así hay que aceptarlo.