Editorial.
Escribió el pensador y visionario Alexis de Tocqueville que llegarían tiempos de tanta tiranía y tanta degradación que los hombres permitirían que los Gobiernos intervinieran en sus herencias. Esos malhadados tiempos han llegado. Se ha llegado al punto en que las herencias son la ruina de las familias, desalentando el esfuerzo, el ahorro y la inversión, deteriorando el tejido social de las clases medias.
El impuesto de sucesiones y donaciones es confiscatorio, anticonstitucional y, sobre todo, es injusto e inmoral. Este es el Gobierno del impuesto de sucesiones y donaciones. Es previsible que trate de «armonizar» ese impuesto y extenderlo a toda España, para acabar con el modelo de Madrid, que ha sido defendido y extendido por Cristina Cifuentes. Los madrileños y todos los españoles tienen que confluir en el objetivo realmente progresista y modernizador de quitar ese impuesto y el de plusvalía municipal.
Hay que armonizar ese impuesto, erradicándolo, como plantea Stop Sucesiones, una meritoria y exitosa iniciativa que nacida en Andalucía y Extremadura se ha extendido por toda España y es uno de los pilares más sólidos y emergentes de la sociedad civil española. Como dice su presidente, Juan Carlos Valverde, «el objetivo no estará satisfecho hasta que se consiga la supresión completa de ese impuesto o su bonificación máxima, en un 99,9 por ciento».