Enrique de Diego.
Luis, alea jacta est, la suerte está echada, estás pasando el Rubicón que te va a llevar a lo más parecido a una cadena perpetua: 33 años de prisión, ¡qué se dice pronto! Y tu esposa, a la que tanto amas, a la que has querido proteger, Rosalía Iglesias, la friolera de 15 años. ¿Se los merece? No. Además, te condenan a pagar 44 millones de multa. ¡Sé fuerte!
Ha empezado la cuenta atrás. Ahora queda el Tribunal Supremo, que no te va a perdonar nada, porque está más controlado aún. Es inmundicia que haya habido un voto particular pero para hacer méritos al PP, al que tú serviste. Porque no has hecho nada que no supiera Mariano, que no te ordenara Mariano. Pero si a ese mediocre calzonazos, que está practicando una inmisericorde política de tierra quemada a su alrededor, entre sus colaboradores, le tenías que comprar hasta las corbatas, porque no tiene gusto, porque todas eran lúgubres, de funeral. ¡Sé fuerte! Ahora te vas a comer, en el lenguaje coloquial del hampa, y eso es lo que es el PP de Rajoy, el marrón. Y se lo va a comer tu esposa, a la que tanto quieres, a la que en todo momento has tratado de proteger como un caballero.
A ti, Luis, te prometieron impunidad e inmunidad. Te llegaron a hacer senador para tener aforamiento y que no te pasara nada. A ti te llamaba Ángel Acebes, que está en Iberdrola, cobrando un pastón por no hacer nada, y te decía: abre la caja B y dale unos milloncetes de nada a Federico Jiménez Losantos, cómprale unas acciones de Libertad Digital, y tú ibas, sin rechistar, como un empleado fiel, y sacabas los milloncetes y se los dabas a Alberto Recarte.
Y cada primeros de mes cogías los sobres y metías el dinero para dárselo a Javier Arenas, a Francisco Álvarez Cascos, a Jaime Mayor Oreja, a María Dolores de Cospedal…A éste tanto, a éste, que es vicesecretario, tanto. Siempre contando con mucho cuidado para no equivocarte. Y nunca te equivocabas. Y llegaba Pío García Escudero, que me ha puesto ETA una bomba, que me des dinero y abrías la caja B y se lo resolvías.
Recuerda, Luis, ¡sé fuerte!, cogías una caja de buenos puros habanos, la debilidad de Mariano, y metías el sobre y se lo llevabas a Administraciones Públicas o a Interior, mientras los concejales del PP caían asesinados con sueldos de mierda, con unas míseras dietas.
Tú, Luis, no inventaste nada. Te lo encontraste hecho. El sistema lo trajo José María Aznar de Castilla y León. Tú eras el contable eficaz y eficiente de la mafia. Vete, Luis, y recoge la comisión y métela en la caja. Ahora, Luis, te vas a comer el marrón, mientras tus jefes, mientras Mariano, va a decir eso de que hay que respetar las sentencias judiciales, porque se va a fumar un puro de las cajas de habanos que tú le dabas, y que le deben quedar todavía, y dormirá a pierna suelta, repitiéndose: ‘he sacado adelante los Presupuestos, una proeza, y me aseguro un par de añitos en La Moncloa!
Y tú esposa, Rosalía Iglesias, a la que conociste en Génova y de la que te enamoraste, mientras llevabas y traías los sobres con meticulosidad burocrática, como el contable de Al Capone le llevaba los beneficios de los garitos y los licores fuertes; tú esposa se va a pudrir en la cárcel, mientras Mariano disfruta de los dulces placeres del poder y se pasea en verano por Sanxenxo, mientras a ti te está enviando a la trena para toda la vida.
Sé fuerte, Luis, deja ser el tonto útil. Tira de la manta, que no quede polvo ni mierda debajo de las alfombras, y llévate por delante a Mariano. Tú, Luis, no eras más que el contable de Al Capone y ese es Mariano. Hazlo por dignidad. Hazlo por su sacrificada esposa, Rosalía Iglesias.