Fernando Alonso Barahona.
Pascual Cervera y Topete, almirante de la Armada Española ( 1839-1909 ) ha sido la última víctima del analfabetismo de la llamada “ memoria histórica.
La indocumentada alcaldesa de Barcelona –por decirlo suavemente– ha alardeado de suprimir el nombre de la calle de Barcelona dedicada a recordar al héroe militar señalando que era un facha. Este es el nivel triste de los Ayuntamientos del cambio. En este marco desolador lo de menos es ya el nombre que se ha elegido para rotular la calle, el del mediocre actor Pepe Rubianes (ya fallecido y conocido porque en sus últimos y penosos tiempos voceó en un programa de telebasura algo sobre “la puta España“ que no merece la pena recordar). Rubianes (1947- 2009) hubo una época en la que actuaba, pero su final fue lamentable y su sentido del humor degeneró en insultos, verborrea vacía y desprecio hacia todo aquello que no comprendía.
Por supuesto la memoria del Almirante Cervera seguirá perdurando cuando los nombres de Ada Colau y Rubianes se sumen en el más merecido de los olvidos. Cervera fue un hombre íntegro y un gran servidor de España. Y la película Los últimos de Filipinas (Antonio Román, 1945) o la novela Morir bajo tu cielo de Juan Manuel de Prada ( 2014 ) desvanecerán para siempre la gris carrera actoral del actor mencionado arriba.
La huella de los Cervera en el barrio de la Barceloneta no se reduce a la batalla naval de Santiago de Cuba en la que fallecieron 150 de sus marinos. A principios de los años 50 del siglo pasado, el nieto del almirante también puso nombre a la barriada de pescadores del mismo lugar, a iniciativa del presidente de la Cofradía de Pescadores de Malgrat del Mar, José Fontrodona Cardó. «De aquellos días fueron muchos los descendientes del almirante que nos enganchamos al cariño y respeto a Cataluña y, muy concretamente, a la Barcelona a la que nos vinculamos de por vida por afecto y lazos de sangre, ya que es donde quedaron algunos de los nuestros que decidieron acomodarse en la tierra donde está la cuna de su apellido». Hoy la fiebre tantas veces iletrada del independentismo también gusta borrar las huellas de la historia.
La gran crisis nacional de 1898 ha sido objeto de multitud de análisis al ser seguramente uno de los puntos más bajos en la historia de España. Decadencia y mediocridad, sangre heroica derramada sin esperanzas, con tan solo el honor como único atributo. En abril de 1898 la situación era tan dramática en Cuba y Filipinas, últimas colonias españolas que no se podía demorar el alistamiento de la escuadra.
Cervera insistiría en viajar a Madrid, exponer la situación al ministro de Marina y preparar un plan de operaciones actualizado. Pero la política nacional se había instalado ya en la corrupción más desoladora. El ministro le envió a Cervera un telegrama que adelantaba un panorama desolador por su contenido simbólico en el que le decía textualmente “en este momento de crisis internacional, no hay nada que se pueda determinar con precisión”, lo que indujo a Cervera a pensar que el Gobierno entero había perdido el juicio.
Mientras la clase política se dedicaba a sus charlas de salón, la escuadra llegó a Cabo Verde el 8 de abril de 1898. Cervera había sido ministro de Marina durante unos meses en 1893 – dimitiendo por dignidad personal ante la imposibilidad de poder llevar a cabo su gestión en el Ministerio – y llevaba la angustia grabada en el alma.
Sin carbón suficiente, e incluso sin cañones (el crucero Cristóbal Colón estaba parcialmente desguarnecido), seis barcos –un pálido reflejo del antiguo poderío naval español– se enfrentaron en la bahía de Santiago de Cuba a una armada más numerosa y moderna. Las cifras son elocuentes. Los seis barcos naufragaron o embarrancaron, hubo 151 heridos, 343 muertos y 1.889 prisioneros (entre ellos, Cervera y Topete). La flota estadounidense sólo lamentó un muerto y dos heridos. El desastre no menguó su honor y su valor. Hoy la isla de Cuba luce dos bustos suyos, uno en el castillo de los Tres Reyes o castillo del Morro, en Santiago de Cuba, y otro en el museo de la Real Fuerza, en La Habana.
Paradoja que en la patria del Almirante una alcaldesa indocumentada con el apoyo de independentistas no menos indocumentados haya borrado el nombre de Cervera de las calles de Barcelona .
Junto a Cuba el desastre alcanzó también Filipinas. La gesta de los últimos héroes españoles se inmortalizó en Los últimos de Filipinas una película dirigida en 1945 por Antonio Román con Armando Calvo, José Nieto, Guillermo Marín, Manolo Morán, Nini Montian, Tony Leblanc .
https://www.youtube.com/watch?v=RVADu0jgf3U
Antonio Román logró su obra más popular y la más lograda combinando el dramatismo con el uso espléndido de las canciones y un clima de fatalidad que se apodera poco a poco de todos los protagonistas. La historia de Los últimos de Filipinas parte de un guión radiofónico de Enrique Llovet y de otro de Alfonso Barcones y Rafael Sánchez Campoy, basado en los hechos reales de la resistencia española en el sitio de El Baler.
Es cierto que la escasez de medios se nota en algunos fragmentos de la película, pero la notable interpretación de los actores y la música de Manuel Parada mantienen siempre el nervio de la narración.
Aquel heroísmo sin más parangón que Numancia, la batalla de El Álamo o el posterior asedio de El Alcázar de Toledo, aquel sacrificio devenido inútil porque la clase política de entonces ya había decidido abandonar todo aquello también se recuerda en las páginas abigarradas de una gran novela contemporánea: Morir bajo tu cielo, de Juan Manuel de Prada.
“Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo. / ¡Salud!, te grita el alma que pronto va a partir. / ¡Salud! ¡Ah, que es hermoso caer por darte vuelo, / Morir por darte vida, morir bajo tu cielo, / Y en tu encantada tierra la eternidad dormir!”. José Rizal (Calambá, 1861- Manila, 1896).
Los versos de Rizal sirven a Juan Manuel de Prada para dar título a su obra. El argumento es sencillo y trágico :
En Filipinas, entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899 un destacamento español se atrincheró en la iglesia del pueblo de Baler en la isla de Luzón y mantuvo una resistencia numantina frente al sitio de las fuerzas independentistas filipinas. Una resistencia que no se dio por vencida ni incluso cuando el país asiático ya había dejado de estar bajo la soberanía española. Los sitiados desconfiaron repetidamente de los emisarios que les comunicaban la noticia, pues pensaban que era una treta de los insurrectos filipinos para conseguir su rendición. Finalmente, el azar hizo que depusieran su actitud heroica y quijotesca: uno de los enviados por el propio Gobierno español, el teniente coronel Aguilar, para decirles que Filipinas ya no era española se dejó unos periódicos en la iglesia. En ellos, los atrincherados leyeron la noticia que aceptaron como verdadera.
El almirante Cervera, los últimos de Filipinas, la película de Antonio Román, la novela de Juan Manuel de Prada. Cinco siglos de historia de España, la aportación española de los más grandes e ilustres catalanes (Verdaguer, Salvador Dalí, Josep Pla , Eugenio D, Ors , Cambo, Pere Gimferrer , Gaudí, Joan Maragall, Montserrat Caballé, Jaime Balmes, el general Prim, Frederic Mompou ……y tantos otros ….)
Tampoco recuerdan algunos la carta que entre el 22 y 27 de octubre de 1936 firmaron 128 personalidades catalanas del mundo profesional, eclesiástico, político, científico, cultural y económico:
“Los que suscribimos esta declaración somos hombres de diferentes ideologías y procedencias. Somos catalanes, y con esta sola característica común, unimos nuestras firmas para protestar contra la actuación y el lenguaje de los hombres que hoy detentan el gobierno de la Generalidad y que pretende identificar los sentimientos y la voluntad de Cataluña con la tiranía de los anarquistas y marxistas que han asesinado y asesinan con refinamiento de la más bárbara crueldad; que han destruido tesoros de arte que nos habían legado las generaciones pasadas como patrimonio espiritual de nuestra tierra; que arruinan nuestra economía con groseras experiencias en todas partes desacreditadas, y deshonran a nuestro pueblo con locuras y crímenes sin precedentes en la historia.
Como catalanes, afirmamos que nuestra tierra quiere seguir unida a los otros pueblos de España por el amor fraternal y por el sentimiento de la comunidad de destino, que nos obliga a todos a contribuir con el máximo sacrificio a la obra común de liberación de la tiranía roja y de reparación de la grandeza futura de España. Como catalanes, saludamos a nuestros hermanos que, a millares, venciendo los obstáculos que opone la situación de Cataluña, luchan en las filas del ejército libertador y exhortando a todos los catalanes a que, tan pronto como materialmente les sea posible, se unan a ellos, ofrendando sus vidas para el triunfo de la causa de la civilización en lucha contra la barbarie anarquista y comunista.
El caso de Cataluña no es distinto del de Madrid, Valencia, Málaga y otras ciudades y regiones de España, oprimidas todas por un poder despótico del que desean fervientemente verse liberadas.
Son en gran mayoría los catalanes que por estar sometidos a una opresión que no tienen aún hoy medio de sacudir, no pueden expresar su indignada protesta. Nosotros que podemos hacerlo, seguros de expresar sus sentimientos, queremos hacerla llegar a todos nuestros hermanos de España”.
Firma medio callejero catalán: Francesc Cambó, Joan Ventosa i Calvell, Ramon d’Abadal i Calderó, Ramon d’Abadal i Vinyals, Josep Puig i Cadafalch, Ferran Valls i Taberner, Josep Maria Tallada i Paulí, Miquel Vidal i Guardiola, Josep Bertran Musitu, Félix Millet i Maristany, Josep Pla, Eugeni d’Ors i Rovira, Frederic Mompou, Rafael Gay de Montellà, Agustí Calvet i Pascual “Gaziel”, Joan Vallés i Pujals, Manuel Reventós i Bordoy, Josep Maria Trias de Bes i Giró, Lluis Puig de la Bellacasa i Deu, Josep Mompou Dencausse, Joaquim M. de Nadal Ferrer, Lluís Duran i Ventosa, Francesc Casadesús, d’Abadal, Salvador Dalí, Llorenç Riber, Octavi Saltor, Joan Baptista Solervicens, Manuel Brunet, Josep M. Massip, Antonio Griera, Llorenç Villalonga, Martí de Riquer, Carles Sentís, Ricard Gay de Montellà, Pere Pruna, Higini Anglès, Josep M. Tous, Juan Mas Bagá, Manuel Sagnier, J. Ballvé Pallisé, J. Gibert Queraltó, Pedro Rahola, Emilio Vidal Ribas, Luis Amat, Luis Girona, Alejandro Pons, Julián Carbonell, José María Condeminas, Pedro Cabot, Francisco Ribó, A. Macaya, y así hasta 128 personalidades catalanas que firman en 18 hojas.
https://www.dolcacatalunya.com/
¿Quién puede perder un segundo en acordarse de una tal Ada Colau o de mediocres profesionales de la política huidos en países europeos o imputados por delitos de diversa consideración?
La belleza al final habrá de terminar por imponerse a la falsedad.