Editorial.
De nuevo, la final de la Copa del Rey ha sido ocasión para silbidos y desprecios al Himno Nacional. Es totalmente intolerable. De inmediato, el partido debía haber sido suspendido y puesto que ese desprecio viene de la afición del Barcelona darle por pedido el partido. Es lamentable que no haya una respuesta oficial a tales ofensas. El hecho de que el monarca permanezca tranquilo no nos parece suficiente ni adecuado. Debía haber abandonado el palco.
Se precisa una regulación que imponga el respeto a los símbolos nacionales frente a golpistas y sediciosos. No vamos a entrar en esas melindreces de que un partido de fútbol no es el sitio para establecer reivindicaciones políticas. Lo que no es un partido de fútbol el escenario para ofender al Himno Nacional y para exhibir banderas ilegales y separatistas.
El Club que aliente o tolere tales actitudes entre su afición debe ser fuertemente multado, sin descartar su expulsión de la Liga Española.
Con España no se juega. Al Himno Nacional no se le puede pitar impunemente.