Enrique de Diego
Mi “Carta abierta a los padres de Gabriel Cruz: Ustedes no están para dar lecciones” ha tenido un impacto espectacular. He de agradecer las innumerables muestras de apoyo, como si esa carta hubiera manifestado un pensamiento generalizado, no expresado…, sin cabida en los medios de comunicación, azotados por un clima de histeria moral buenista.
Los comentarios elogiosos han sido tremendamente gratificantes, desde los que indican que “algo así había pensado” hasta los que se muestran “completamente de acuerdo” y los que tildan la carta de “excelente”. Uno de los lectores resume con acierto la tesis de la exitosa carta: “Vivimos inmersos, tanto si nos damos cuenta como si no, en unos parámetros culturales evanescentes, líquidos, fofos (de pensamiento verdaderamente débil), relativistas, sentimentales e irenistas; en definitiva, emotivismo a raudales sobre un trasfondo de apostasía”. No puedo estar más de acuerdo. Mejora lo escrito por mí.
Como era esperable, ha habido comentarios muy críticos, muchos menos, lanzados desde la irracionalidad buenista, que es uno de nuestros males, corolario del relativismo. Desde que no debía haber escrito la carta, que es “real pero de extrema dureza”, hasta los que indican que no tengo conciencia o los que me desean algún mal grosero y equivalente, porque los buenistas suele ser gente muy intolerante y violenta cuando se les lleva la contraria.
La carta está escrita después de que Ángel y Patricia utilizaran la muerte de su hijo, Gabriel, para difundir sus peculiares ideas políticas, que han tenido, por cierto, mucha responsabilidad en el asesinato del niño.
Reitero las verdades del barquero para que, en lo posible, no se produzcan tragedias similares:
1.- Gabriel murió desprotegido. Fue dejado solo con su asesina, que había sido introducida en la familia por Ángel, con una conducta del todo irresponsable, incapaz de indagar en el negro pasado de su “pareja” y que no tuvo ningún cuidado de su hijo.
2.- La Guardia Civil tuvo una actuación nefasta, torpe y mediocre que ha costado muchísimo dinero del contribuyente porque actuó trufada de buenismo “queriendo creer” que Gabriel estaba vivo y desaparecido, ni tan siquiera secuestrado. No registró Las Hortichuelas, como debía haber hecho desde el minuto 1. Y desde ese minuto Ana Julia tenía que haber sido situada como sospechosa dado que incluso en su historial hay la muerte de una hija suya, que fue dada por accidental, error policial y judicial que no se compadece con datos tan claros como que el cuerpo estaba a tres metros de la pared, y para tirarse tenía que haberse incorporado a una mesita y abrir una contraventana.
3.- Los “padres” de Gabriel no son ni matrimonio, ni pareja. Estaban y están separados y eso ha tenido consecuencias letales para su hijo Gabriel.
4.- El buenismo de Patricia es altamente cuestionable, puesto que ella es la responsable directa del ingreso en prisión de un inocente, que pena 6 meses, a pesar de que la sentencia establece que no es consciente de la ilicitud de su comportamiento (está obsesionado con Patricia, pero nunca ha causado ningún daño), por lo que no debería estar en la cárcel de El Acebuche, lo que es altamente contraproducente y destructivo para él, sino que tendría que estar en alguna clínica psiquiátrica especializada, con terapia psicológica. Patricia nunca ha abogado por él. El buenismo es unidireccional.
5.- Es totalmente absurdo e incoherente salir a oponerse, en nombre de implantes ideológicos, contra la prisión perpetua revisable y al tiempo decir, en aras del buenismo, que esperan que Ana Julia –eso esotérico de la “bruja”- no pueda volver a hacer daño nunca más.

Añado que Ana Julia actuó durante los trece días de búsqueda como una buenista, asumiendo ese discurso que camuflaba su crimen y su comportamiento psicopático. Ana Julia se comportó como una perfecta buenista, asumiendo el rol de portavoz de la familia, quitando manifiestamente la palabra a Ángel. El último esperpento de esta tragedia es el carteo con Ana Rosa Quintana, en la que la asesina confesa da muestras de un irrestricto afán de protagonismo y llega a situar la historia en términos de racismo y xenofobia, cuando, hasta aquí, la única racista es ella, que mató a un niño blanco. Al fin y al cabo, Ana Julia nunca debió estar en España, nunca se le debió permitir entrar y residir.
Mi carta a los padres de Gabriel Cruz ha sido y es una reivindicación de la racionalidad (los sentimientos cuando no son gobernados por la razón degeneran en sentimentalismo evanescente y fatuo) y una llamada a la responsabilidad y por eso, entiendo, ha tenido tanto éxito y ha cosechado tanto apoyo por quienes consideran que he tenido la valentía de defender lo obvio.
La conclusión es que Gabriel Cruz es una víctima de Ana Julia y del buenismo del que vivía rodeado, porque el buenismo mata y hay que combatirlo y erradicarlo.
Carta abierta a los padres de Gabriel Cruz: Ustedes no están en condiciones de dar lecciones a nadie