Yolanda Cabezuelo Arenas.
No creo que el origen plebeyo de Letizia sea el motivo del rechazo casi unánime que su persona despierta en estos momentos entre una gran mayoría de españoles: Kate Middleton compartía origen sencillo, y es un ejemplo de saber estar y simpatía; hasta Mette–Marit, que parecía tan conflictiva, tiene mejor prensa que Letizia.
El problema de la española parece ser esa creencia, por desgracia tan extendida, de poseer mayor personalidad cuanto con más tesón se empecine uno en los propios errores, y mientras más se empeñe en rechazar consejos ni orientación de nadie: Así soy yo, y esto es lo que hay. Letizia da muestras de estar poseída por este tipo de soberbia; parece creerse el pilar de la institución monárquica; y encima se la ve crecerse con la seguridad de que el rey es incapaz de montar una escena en público.
El protocolo establece que sea el monarca quien pase en primer lugar, y que la consorte real y la descendencia le sigan un paso por detrás; pero en un análisis del ya famoso vídeo es evidente que se adelanta a Don Felipe, y que pasa olímpicamente de hacer caso a la recomendación de aminorar el paso y dejarle ocupar su sitio: antes bien lo acelera, obligando al rey a apresurarse para que el paso de distancia no se convierta en cuatro.
Detalles como éste han sido comentados muchos años después de que la falta de experiencia pudiera servir de excusa; y molestan porque dan impresión de mediocridad en el desempeño de las funciones de la Casa real, y porque dejan en mal lugar al titular de la misma. La imagen de Don Felipe más extendida entre los españoles en este momento es la de un hombre incapaz de meter en vereda a su esposa, dominado por ella y temeroso de su carácter; y encima esa imagen se está proyectando también en el extranjero, que hasta en Perú se permiten chanzas a costa de las imprudencias Letiziales.
No hay que ser monárquico para lamentar la situación. Quien suscribe es más partidaria de una República de derechas; y sin embargo no puede dejar de admirar el papel que durante tantos años ha desempeñado la Reina Sofía: Reina con mayúsculas, -a Letizia empiezan a llamarla La reina Ficticia-, irreprochable… e irrepetible. Tanto es así que muchos españoles, aun siendo partidarios de la República, se han sentido conmocionados presenciando su maltrato público; como estamos todos… conmocionados.
Consideraciones políticas aparte, a Don Felipe se le tiene cariño, y duele que sea tan infeliz como se le supone; porque se le supone. La impresión general es la de un hombre terriblemente cansado, agotado ya de ver que sus esfuerzos son inútiles.
Letizia, en cambio, sigue empecinada en que lo visto en el vídeo ha sido un gesto sin importancia. A través de una amiga ha filtrado que se encuentra desolada y dolida, no por los hechos -¡buena es!-, sino por las consecuencias: porque ha enseñado su verdadera cara como ha dicho Marie–Chantal Miller, quien por cierto ha retirado el comentario de su cuenta de Twitter.
Se ve que la sombra de Letizia es alargada.