Enrique de Diego.
El referéndum ha muerto. Yace entre las víctimas de la masacre de Las Ramblas, pues Cataluña no tiene un problema de independencia sino de islamización provocada y financiada por la infinitamente mediocre -y corrupta- casta política catalana.
Cataluña no constituye hoy una comunidad moral, ni situando a España como enemigo. Cataluña, su clase dirigente es de vergüenza ajena. No hay líderes, ni referencias. Lo del referéndum es una bufonada, una broma de mal gusto de personajes que ayer se mostraron como completos mequetrefes, incapaces de evitar y, por supuesto, de administrar una crisis de las terribles dimensiones de la que ha sido provocada por «nous catalans«.
Ni tan siquiera estos mindundis que sueñan con pasar a la historia fueron capaces de dar una cifra exacta de muertos, como no han sido capaces de poner unos bolardos o macetones en Las Ramblas, quizás porque han quedado prendados de sus mentiras y sus dogmas: «Cataluña es y será una tierra de paz», dijo ese pigmeo mental que responde al nombre de Carles Puigdemont. Cataluña es una sociedad desprotegida, con un mal cuerpo policial, que estuvo dando bandazos espasmódicos.
Cataluña es una sociedad multicultural, en conflicto, con unos dirigentes que han perdido el sentido de la realidad y que ni tan siquiera se merecen la cárcel porque basta con una camisa de fuerza y un frenopático.
Un marciano que hable catalán…
Los dirigentes catalanes han identificado mal al enemigo con una directa y absurda identificación de la identidad con el idioma de forma que un marciano que chapurree el catalán es un «nou catalan«, aunque, en catalán, quiera exterminar a los autóctonos. De ahí surgieron los acuerdos preferenciales con Marruecos para promover la inmigración marroquí, que podía recibir clases de catalán, para poner dique a la hispanoamericana, que habla en el maldito idioma español. ¡Gravísima responsabilidad la que tienen estos dirigentes sectarios separatistas, esta pandilla de canallas!
Culminación de la campaña contra el turismo de la asquerosa CUP
La masacre de Las Ramblas, evitable, si bien inevitable con estas mediocridades, viene después de una absurda campaña de «turismofobia» protagonizada por ese engendro político que es la CUP, estricta degeneración en el fondo y en sus asquerosas formas. Es, en algún sentido, una culminación de esa campaña, pues es el ataque más directo y trágico al turismo. Barcelona ha dejado de ser una ciudad segura.
No lo era, bajo la ceguera del buenismo suicida, ahora se ha confirmado con un trágico reguero de vidas segadas en la calle más emblemática de Barcelona, en el corazón de una Cataluña desarmada por sus inconsistentes dirigentes.
Cataluña, paraíso del salafismo
El atentado de Cambrils, en el que los cuatro terroristas abatidos, confirma una acción coordinada del islamismo rampante y campante de Cataluña, donde los separatistas han conseguido una comunidad de 490.000 musulmanes, infectada de salafismo. Cataluña es hoy un paraíso salafista, con 79 mezquitas -una de cada tres- bajo esa línea que plantea el exterminio de los no musulmanes y la vuelta a la época de Mahoma. Entre 2012 y 2015, Cataluña ha sido la sede de 25 congresos salafistas y con frecuencia se trasladan ulemas saudíes a predicar. Es lo que el melifluo, banal y patético Carles Puigdemont resume con su gloriosa estupidez: «Cataluña es tierra de acogida«. Pues la terrible evidencia es que esa «acogida» se ha hecho extensiva a los peores asesinos de la especie.
El inútil Puigdemont ya ha pasado a la historia como el presidente de la Generalitat que gobernaba cuando se produjo la masacre de Las Ramblas. Y es una masacre de la que sólo son culpables los terroristas, pero responsables los dirigentes separatistas, desde Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, a Gabriel Rufián y toda la patulea desnortada y descerebrada del secesionismo.
El referéndum debería ser suspendido por propia iniciativa de los separatistas. No tiene ningún sentido celebrarlo (como tampoco lo tuvo el celebrar las elecciones tras el 11M de 2014). Pero la reflexión tras este azote terrorista, en marcha, tiene que ser muy profunda y las medidas muy serias. Ser tolerante con los intolerantes lleva a las sociedades al desastre.
Cataluña no tiene un problema de independencia sino de islamización…Y otro problema real: un desastre sin paliativos de políticos.