Luis Bru.
Ada Colau fue ayer un cero a la izquierda, un personaje decorativo; más desconcertada que abatida, sin una sola mención a las víctimas, recurriendo al vano ceremonial relativista del minuto de silencio.
Ada Colau no da ni para ser alcaldesa de un villorrio. Es un personaje surgido de la crisis moral que padece nuestra sociedad y que es aún más acusada en Cataluña.
Es una proislamista atrapada en su propia estupidez. En 2016, dedicó 102.000 euros a un ¡plan contra la islamofobia! Al margen, de subvenciones para todas las mezquitas de Barcelona.
En la Calle Japón de Nous Barris, los vecinos llevan tiempo protestando con caceroladas y manifestaciones contra la instalación de una mezquita, que degradará la zona. La actitud fatua de esta monja laica de la corrección política ha sido de completo desdén, sin atender ni recibir a los vecinos, que son casi todos exvotantes suyos. Lejos de escucharles, les ha azuzado a organizaciones subvencionadas para insultarles. Los vecinos sólo han recibido el apoyo de Plataforma por Cataluña y Democracia Nacional.
Ada Colau es una inconsistente política llena de tics ideológicos y de gazmoñerías suicidas. Ayer puso en su twitter: «Barcelona ciudad de paz. El terror no conseguirá que dejemos de ser lo que somos. Ciudad abierta al mundo, valiente y solidaria«. Pura beatería laica. Ninguna referencia a las víctimas. Ni la más mínima muestra de dolor. Ninguna condena de los verdugos.
Ada Colau es la encarnación del vacío mental y existencial del relativismo.
Más de 300 vecinos de Nous Barris protestan contra la mezquita y los medios callan