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Charlotesville: El racismo antiblanco ha de ser combatido

Redacción




Estatua de Robert E Lee. /Foto: voanews.com.

Enrique de Diego.

El racismo es deleznable, pero también el racismo antiblanco que hoy en día es ubicuo, está alimentado de groseros complejos de culpa expandidos desde las catedocracias y la tiranía mediática.

Ese racismo es hoy el más presente y peligroso y debe ser combatido en nombre de la libertad y la civilización. Se ha invertido mucho dinero por parte de los utopistas destructivos del nuevo orden mundial, el globalismo y el gobierno mundial en extender ese pegajoso racismo.

Los sucesos de Charlotesville ejemplifican ese subyacente racismo antiblanco que impregna los medios y que es una especie de doctrina oficial que debe ser combatida y erradicada. De inmediato, ante los zarandeos de dos grupos de hooligans, elevada a tragedia por el atropello que provocó un muerto, y sobre cuyo autor no se ha dado más dato que se trata de un hombre, se extiende la histeria moral maniquea. Hay dos bandos, el de los malos -los supremacistas blancos- y el de los buenos -llamados contramanifestantes-. Ese diario sin rumbo, sin noticias, ni criterio que es hoy Abc eleva, en su edición digital, la condición de los manifestantes a «neonazis» y el diario qatarí y bilderberiano de Janli -el de los papeles de Panamá- ve en los manifestantes simbología neonazi, aunque no aparece en los numerosos vídeos.

Los «antifas» son gente muy violenta

Parecería a tenor de algunas crónicas militantes que nos encontramos ante unas hordas salvajes agrediendo a unos desprevenidos pacifistas que pasaban por allí. Pero esos pacifistas son de los que se vuelven muy violentos en cuanto se discrepa de ello. Estos «antifas» mimados del sistema son de lo más «fas». Eso de «contramanifestante» es cuestión más grave que impide la libertad de expresión y de manifestación: es el que no deja manifestarse a otros. Los «contramanifestantes» son gente muy violenta, que actúan con impunidad.

Las ideas de esos «supremacistas blancos» serán muy escandalosas pero están amparadas -por ahora- por la Constitución norteamericana. Y los eslóganes coreados no son supremacistas: «las vidas de los blancos importan» y «no nos sustituiréis«. Parecen más bien pensamientos de autodefensa.

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El «contramanifestante» es quien provoca la violencia, aunque actúa de cara a los medios, que los protegen y miman, incluso birriosos medios, al borde del cierre, como Abc. ¡No digamos la CNN y todos los fake news! El hundido El Mundo llega a dar el balance de tres muertos «tras la batalla campal«. Entre la media verdad y la tosca manipulacilon. Dos de los muertos lo son a causa del accidente de un helicóptero de la Policía.

El organizador de la marcha ‘Unir la derecha‘, Jason Kessler, ha explicado a los medios locales de Charlestoville que la comunidad ha absorbido los «principios culturales marxistas» que se enseñan en las ciudades universitarias del país de «culpar a los blancos por todo«. Y, al margen de los sucesos, eso es una verdad como un castillo. Durante toda la campaña electoral norteamericana fue abrumadora la descalificación de la «clase trabajadora blanca«, porque se negó a seguir votando demócrata y votó a Trump.

Racismo antiblanco, doctrina imperante en universidades y medios

El racismo antiblanco es la doctrina imperante en las universidades norteamericanas, donde se compartimenta a las personas por comunidades, como campos de concentración mentales. El racismo campa por sus respetos, impune, porque es antiblanco. El Ku Klux Klan es racista, pero Black Lives Matter (Las vidas negras importan) es antiracista. Hay un «supremacismo negro«, de odio racial, muy instalado desde Malcom X.

El detonante de la pelea de Charlestoville ha sido la decisión del Ayuntamiento de retirar la estatua del general Robert E. Lee, referencia militar de la Confederación. Decisión recurrida. Es una especie de memoria histórica sectaria. Situar a Lee como un mero esclavista, es un simplismo y una ucronía. En muchos aspectos, Robert E. Lee fue un hombre de honor, al que, por cierto, Abraham Lincoln ofreció la jefatura militar de las tropas de la Unión y cuya motivación para militar en la Confederación fue su condición de virginiano: no quiso luchar contra sus familiares, amigos y convecinos. Fue un gran militar y un buen estratega. Y fue respetado por sus adversarios, incluido Ulises S. Grant, que lo trató con gran dignidad y deferencia en Appomattox.

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Abraham Lincoln era racista

Abraham Lincoln luchó por preservar la Unión, convencido de que la esclavitud estaba corrompiendo y rompiendo a la nación y con el silogismo de que si la esclavitud era buena también debía extenderse a los blancos. Por de pronto, se había llegado a un absurdo demográfico. Según el censo de 1860, los once estados confederados reunían una población de 5.449.467 blancos y 3.521.111 esclavos.

Estatua de Abraham Lincoln. /Foto: es.123.rf.com.

Lincoln era, en los términos actuales, un racista. ¿Habrá que retirar su estatua? «Mis sentimientos más íntimos se oponen a la igualdad«. Consideraba imposible convertir a los esclavos «política y socialmente en nuestros iguales». A una delegación de negros que fue a la Casa Blanca les dijo que «nuestro pueblo no ve con buenos ojos, por más cruel que parezca, que ustedes, los hombres de color, sigan viviendo aquí«. Su idea primigenia era que volvieran a África. Fundó una colonia experimental en Santo Domingo y una nación, Liberia, pero esa línea fracasó porque lo último que querían los negros, salvo unos pocos millares, era volver a África.

La esclavitud fue practicada en dimensiones superiores por los árabes y fue siempre el comercio de unos negros respecto de otros negros: eran las tribus las que vendían a los que capturaban de tribus enemigas.

La identificación de blanco con mal y con nazi son dos muestras de ese nauseabundo racismo antiblanco, que ha estallado, por ejemplo, con motivo de la película Dunkerque, con denuncias mediáticas de no ser suficientemente multicultural y multiracial. El multiculturalismo es racismo antiblanco.

Y, a la postre, es una realidad histórica -en medio de los claroscuros- que la mayor parte de los avances que han perfeccionado la especie y han mejorado la vida de los hombres, tanto en adelantos técnicos como en ideas políticas, han provenido de hombres blancos y de sociedades de hombres blancos. Y una de las causas de que el mundo vaya tan mal en el momento presente es que no combata el racismo antiblanco.